Puede que sea muy útil el que, después de navegar por Internet, el ordenador recuerde nuestras preferencias de búsqueda o nuestros datos de inicio de sesión, como consecuencia, en la mayoría de los casos del uso de esos pequeños fragmentos de texto o datos que proporción el servidor web al navegador en cada uso y que conocemos como ‘cookies.’
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Sin embargo esta comodidad y ahorro de tiempo conlleva sus riesgos, pues los usuarios no suelen tener un gran conocimiento sobre lo que implican y por ello no se toman las precauciones adecuadas.
Una de las características más básicas que es útil conocer es que existen dos tipos de cookies: las temporales y las permanentes. Las primeras (o de sesión), se mantienen mientras por el lapso en el que se usa la computadora y desaparecen al cerrarse la sesión
Mientras que las segundas o permanentes, como lo dice su nombre, permanecen en el ordenador por varias sesiones según sus características o hasta que son eliminadas de forma manual por el usuario, como en el caso de la personalización de datos, donde un ejemplo puede ser el de aquellas cookies que permiten dar información meteorológica de la ciudad en la que se encuentra el usuario, sin necesidad de actualizar dicho dato cada vez que se accede.
A esto se suman las llamadas cookies de terceros que son creadas por algunas webs, con la finalidad de rastrear el comportamiento online con fines comerciales y publicitarios, información que luego puede ser usada por los anunciantes para ofrecer a los usuarios, artículos y servicios según preferencias de navegación mostradas.
“Más allá de las ventajas que puedan ofrecernos las cookies al convertir nuestra experiencia de navegación en algo más personalizado, son muchas las voces en su contra. Aunque en sí mismas no son peligrosas para nuestro equipo, sí pueden aprovechar ciertos elementos para propiciar un ataque, como descubrió en 2011 Rosario Valotta. Según el descubrimiento de esta investigadora italiana, una vulnerabilidad en Internet Explorer permitía un ataque man-in-the browser a los usuarios que, sin saberlo, compartían sus cookies,” tal como dan a conocer desde Kapersky Lab.
Para que el usuario se proteja de estos ataques, aunque no sean muy comunes, se pueden tomar algunas medidas que recomiendan estos expertos en seguridad, y entre las que se encuentran:
- Limpiar o eliminar las cookies. Nada tan sencillo como eliminar el historial de navegación y las cookies al acabar la sesión. Sin embargo, si somos olvidadizos o perezosos, existen soluciones que, previamente configuradas, pueden hacerlo por nosotros como la herramienta de limpieza de PURE 3.0.
- Modificar los ajustes del navegador de tal manera que tengas el control sobre la información que rastrean las cookies. Accede a los ajustes de privacidad de tu navegador y configura sus opciones. Por ejemplo, Firefox y Safari ofrecen un mayor control sobre esa información.
- Usar los Add-Ons. Utilizando esta herramienta del navegador podremos gestionar las cookies de manera más específica e, incluso, activar sólo aquellas con las que queramos compartir nuestra información online.
- Compartir con moderación. Como en casi todo lo que ocurre en Internet y en la vida cotidiana, el sentido común es nuestro mejor aliado. Así, es conveniente no introducir datos personales en sitios donde las cookies puedan almacenarlos y hay que recordar siempre no dejar abierta ninguna cuenta o sesión.
- Protegerse. Tener instalada una buena solución de seguridad, es la última defensa ante cualquier ataque y nos permitirá tener el control de nuestra privacidad.