De la misma manera en que ha ocurrido con muchos sectores, la era digital y sus incontables herramientas que modernizan los servicios está haciendo sudar la gota gorda a una industria que se ha visto desplazada, a la que ha puesto en jaque por no poder satisfacer las demandas del consumidor actual.
En esta ocasión, el gremio de taxistas mexicanos es la nueva víctima de la falta de adaptación a lo digital, colaborativo y, sobre todo, a una apuesta por la calidad y la preferencia del cliente.
Al igual que en otras partes del mundo, los taxistas de Ciudad de México y otros estados han manifestado su inconformidad por la permanencia de aplicaciones de transporte como Uber, Didi, Cabify y Beat, las cuales ciertamente han acaparado buena parte del pastel de quienes viajan en auto de alquiler.
Los antiguos trabajadores del volante bloquearon las principales avenidas de la ciudad y accesos al aeropuerto y algunas autopistas. ¿La razón? Acusan a las autoridades de permitir la competencia desleal al exigir menos requisitos para trabajar a los dueños y conductores de servicios vía app que a ellos.
El panorama nos obliga a cuestionarnos la razón de la falta de evolución de éste y otros sectores. ¿Por qué existe esta resistencia a migrar hacia lo digital? ¿Se trata realmente de una oposición al cambio o la brecha digital no permite que los miembros de algunos sectores se modernicen?
Información de la Encuesta Origen-Destino en Hogares de la Zona Metropolitana del Valle de México señala que de los 15.6 millones de viajeros en ella, 59% lo hace en transporte público. Esta gran demanda hace posible la existencia de 102 mil 110 taxis que reporta la Secretaría de Movilidad, 90% de ellos libres y 10% de sitio.
La realidad es que el servicio de taxis en esta ciudad se ha visto desplazado por las aplicaciones digitales que todo mundo conoce, y que en su mayoría evitan los vicios que por años los capitalinos tuvimos que padecer por falta de opciones a la hora de abordar una de esas unidades, muchas de ellas sucias y en mal estado, con taxímetros alterados para cobrar más, la negativa de servicio (“no voy para allá, joven”), asaltos, maltratos y, en general, un servicio deficiente que prestan, si no todos, muchos de los más de 100 mil taxistas.
Es justo afirmar que la brecha digital en México es uno de los factores que ha ocasionado la crisis que atraviesa la industria de los taxis: se calcula que sólo uno de cada tres mexicanos cuenta con acceso a internet, y que aproximadamente la mitad de los hogares en México se encuentran en condición de “discapacidad digital”.
Además, cabe mencionar que el gremio de taxistas que hoy protesta por la existencia de Uber, Didi y otras compañías no parece estar dispuesto a hacer cambios sustanciales que realmente le permita dar batalla a las plataformas digitales y no hace nada para evitar los vicios de siempre. También es necesario entender que buena parte de los trabajadores del volante no cuenta con la mínima formación académica para comprender las herramientas digitales que le permita integrarse a los servicios colaborativos.
Datos de la Asociación de Internet afirman que 72% de las personas que usan estas aplicaciones lo hacen por seguridad, 49% por el tiempo de espera y 40% por comodidad.
Ante las evidentes dificultades de miles de taxistas capitalinos que buscan evolucionar, que sí ofrecen un servicio decente y que se quieren desmarcar de los conductores abusivos pero que no saben cómo subirse al cambio, podríamos mencionar también a otros actores, como autoridades e industria privada, como corresponsables de que el sector no evolucione.
Si la autoridad se da cuenta de que buena parte de los taxistas buscan digitalizar su servicio, ¿no sería apropiado redoblar ese esfuerzo para mantener viva esta fuente de trabajo que sostiene a miles de familias? Como iniciativa privada, ¿no conviene también voltear a ver esta grandísima área de oportunidad?
El reto está en la mesa: como evidentemente las trasnacionales Uber, Didi o Cabify no van a desaparecer ni se les va a prohibir operar, la respuesta está en la evolución impulsada por gobierno y empresarios. De lo contrario, el gremio de taxistas se dirigirá hacia su inminente extinción.