Por Camila González
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Cuando las ideas aparecen en algún rincón misterioso de los cerebros ignoran su impacto. Esa idea de la banda de rock británico Marillion gracias a la cual, en 1997, sus fans les financiaron a través de Internet una gira de 60 mil dólares no se quedó ahí, trascendió, y sí que está regándose por doquier.
El origen del crowdfunding, o financiamiento colectivo, en el mundo estuvo vinculado a la necesidad de los artistas y la gente de la cultura de buscar el dinero para cumplir sus sueños, materializados en discos, conciertos, películas, libros, etc. Y la parte romántica y emocional de esto tiene que ver, sin duda, con amarrar personas alrededor de un fin, de una idea, de una causa con el mecate fascinante que es Internet.
Desde 2010, se ha diversificado el crowdfunding como método para recaudar dinero; hay sitios dedicados a proyectos generales, artísticos, apoyo a negocios locales, a escuelas, a comunidades o familias. Kickstarter es una de las plataformas más conocidas para esta dinámica. Uno de sus proyectos más exitosos fue la idea de hacer una base para iPhone que recaudó casi un millón y medio de dólares, cuando su meta inicial era de 75 mil.
Indiegogo, otra de estas plataformas, recogió más de un millón de dólares para construir un museo dedicado a Nikolás Tesla en Nueva York. Y así, poco a poco causas nobles como la sustentabilidad, la ecología y el arte han juntado comunidades. El crowdfunding nace y se impulsa por una causa o por una necesidad.
Esa esencia digital del crowdfunding habla de compartir y de construir entre todos. Poner sobre la mesa un proyecto, perdón, en el monitor, y que otras tantas personas se interesen y le apuesten con su dinero, el que puedan y quieran, tiene un sentido altruista. Lo que sorprende, y me apasiona como idea, es que esta dinámica de recolección de fondos esté migrando, con éxito, al mundo del marketing.
En esa nueva relación que la “digitalidad” ha construido entre marcas y sus consumidores, el crowdfunding se impone con fuerza como una estrategia además de interesante, noble, y rentable. Sí, rentable desde varios puntos de vista. La marca gana en imagen, reputación y cariño de sus seguidores, ¿cariño?, tal cual, cariño, mientras la gente gana en realización y felicidad. Matrimonio perfecto.
Ya no me importa solamente que comas, tomes, te pongas o tengas mi producto, dice la marca, ahora también me importas tú en el sentido amplio de la idea, me importan tus proyectos, tus sueños y tus frustraciones que no deben existir… Como ven, este instrumento crea una relación con el consumidor más allá.
La cosa es que la marca pone la plataforma y todas sus facilidades para que uno suba su proyecto y lo dé a conocer. Luego, la marca difunde la página entre muchos para que cada vez más gente la conozca mientras los dueños de la ideas buscan que más y más de sus redes también accedan. El resultado, mucha gente entra, la marca gana la buena onda y la recordación de esa mucha gente y el proyecto se realiza. Perfecto.
Ahí es cuando el marketing demuestra que conoce a su consumidor y que le importa, y logra que se financien más proyectos de los financiaría por ella misma, a la vez que gana ese plus intangible del cariño que menciono, del vínculo, vale, hablaré con los términos adecuados, del engagement. La ganancia no está en el incremento en las compras… trasciende.
Así, las marcas le invierten a su imagen, a su lugar ya no solamente en las listas del súper o en los presupuestos, sino también, y no quiero sonar demasiado rosa, en los corazones de la gente… Una manera, además de efectiva para sus objetivos, generosa de sembrar. Y el círculo del marketing se completa, diría yo, de manera más justa con la inversión en los sueños de la gente y en las redes de gente, mientras la marca ocupa un lugar privilegiado en sus mentes.
En México la tendencia ha tenido dos vertientes: la social y la cultural. La primera tiene que ver con proyectos de comunidades y familias de bajos recursos que buscan inversión para salir adelante. Pero en términos comerciales, en el país, algunas agencias, como Pachuco Digital, se han dado a la tarea de crear, conocer y experimentar formas creativas de aprovechar esta tendencia.
En Pachuco Digital, por ejemplo, están convencidos de que el crowdsourcing será, antes de lo que podría esperarse, el “proceso” con el que muchas industrias ejecuten o hasta desarrollen sus productos o servicios. No sólo es una forma sencilla y rápida de obtener fondeo para proyectos (y probablemente recortar costos de producción), sino también de conseguir información, de compartir resultados previos, de profundizar investigación y hasta de globalizar insights valiosos.
Así, como ven, la revista Forbes estima que 2013 será el año del boom para el crowdfunding que podría llegar a un punto de inflexión a nivel mundial como método de inversión.
Atrás quedan las odiosas imposiciones de las marcas de: si no me consumes, no serás tan guapo o tan bueno o tan elegante o tan sano o tan…