Por Camila González
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Así, no lo calculamos o nos cuesta hacerlo. No dimensionamos el impacto que una sola línea en Twitter puede tener: quién nos lee, qué piensa, qué suma esa idea a la imagen que cada cual se hace de uno. Y también aplica tal cual para las empresas. Está en juego la reputación, que abarca no poca cosa: el concepto de algo o de alguien, una idea muchas veces fija y hasta preconcebida, implacable, errada, sesgada… El universo de la psiquis humana, ya de por sí misterioso e inabarcable, se complejiza aún más con este, también misterioso, nivel online de la comunicación.
Por si fuera pequeña la labor de cuidar la reputación de uno cada día, se nos suma ahora la delicada responsabilidad de proteger la de otro sujeto que ya existe: el uno mismo online. Mi yo online, lo confieso, es algo apático, lo que no me exime de juicio de valor. Ahora resulta que no contesto lo que podría o debería, no comparto mi intimidad con todos, no retuiteo ni reposteo, no doy oportuna respuesta en el día a día de mis relaciones digitales.
Yo digo que este contexto infinito, en el que ahora también existimos, amerita que nos detengamos a hacernos preguntas: ¿para qué? ¿con quién? ¿cómo? ¿qué sí y qué no? Tal cual, no sobra ser precavidos, y más si no es un terreno que podamos comprender del todo. Yo se que rechazo de plano la idea de abrir esa ventana de par en par, de mostrarme toda. Pero muchos saltan a la alberca social media sin siquiera tener el traje de baño puesto… o fijarse si había el agua suficiente para nadar.
Como siempre, reflexiones desde mi resistencia a esa entrega ilimitada al amor digital… Pero no sobran. Y menos sobran si se extiende desde lo personal hasta lo organizacional y empresarial. Los sujetos digitales ahora somos todos y todo.
El manejo de la imagen digital se ha convertido en una ciencia, todo un expertise, con herramientas de medición y planes de mitigación y acción en casos delicados. Pero, al final, todo esto podría llevarse de forma relativamente fácil y práctica si simplemente nos detenemos del vertiginoso día a día online para saber qué camino estamos tomando.
El punto es que es un plano en el que no solamente ahora se manejan muchos de las interacciones, sentimientos, expectativas, temores, boicots, discusiones, criterios, negocios, mentiras…, sino en el que también existimos, con todas las implicaciones del estar vivo. Sí, ya somos dos, al menos dos, pero ¿cuándo nació tu yo online? ¿Quién lo dio a luz? ¿Lo educas? ¿Lo reprimes? ¿Lo dejas ser?