No hace falta ser un experto en polĂtica para enumerar los errores que ha cometido el jefe del Ejecutivo a lo largo de sus casi cuatro años de mandato y que hoy por hoy lo posicionan como uno de los peores gobernantes que ha tenido nuestro paĂs, segĂşn las encuestas de popularidad. Lo que muchos analistas coinciden es que uno de los errores que más caro le ha costado al presidente es haber elegido a AngĂ©lica Rivera como su esposa.
Durante su campaña y a inicios del sexenio, la jugada de tener como pareja a la actual primera dama sonaba excepcional. En un paĂs en el que el grueso de los sufragantes le rinde culto a la televisiĂłn y a todo aquel que aparece en ella, tener a una bella y sofisticada actriz parecĂa una garantĂa inagotable de popularidad. El presidente y sus asesores supieron dale al mexicano promedio lo que ama: un romance envidiable digno de telenovela, con dos actores de fĂsico hermoso y peinados de salĂłn.
Sin embargo, la belleza es efĂmera y no hay peinado que aguante a un pueblo que se da cuenta que pretenden verle la cara. Hoy, con los Ăndices de popularidad más bajos en varios sexenios y el dĂłlar más caro de la historia, el presidente Enrique Peña Nieto no ha demostrado grandes habilidades para hacer que las buenas noticias sean de una magnitud mayor a las malas, y desafortunadamente, la primera dama ha sido corresponsable de que su imagen estĂ© sumamente lastimada.
Desde una perspectiva mercadolĂłgica, podrĂamos afirmar que la marca sufre un grave problema de imagen; sus voceros están pĂ©simamente capacitados para afrontar la ola de crĂticas que a diario los golpean y en los hechos dan un paso adelante y dos atrás. Sin duda la marca ha tenido resultados positivos en algunos aspectos, pero la percepciĂłn de la gente es completamente negativa. Si la Presidencia se tratara de una empresa, hace un buen rato que habrĂa pasado a mejor vida.
Y es que, volviendo al tema principal de esta columna, AngĂ©lica Rivera poco ha servido para mantener la buena imagen de Peña Nieto y, por el contrario, ha contribuido a su desplome en las encuestas de popularidad. La presencia de la primera dama viene al caso tras ser criticada, una vez más, tras su apariciĂłn en el balcĂłn de Palacio Nacional donde su esposo daba el Grito de Independencia franqueado por su inusualmente grande familia. La gran masa de crĂticos que conforman las redes sociales calificaron de hipĂłcritas las intenciones de AngĂ©lica Rivera por mostrar ese gramo de austeridad que tanto pudo haber servido durante los cuatro años que ha habitado Los Pinos.
La esposa del presidente apelĂł a la polĂtica de austeridad anunciada por el gobierno federal y prefiriĂł no salir al balcĂłn que da al ZĂłcalo ajuarada con un vestido nuevo de diseñador afamado y reutilizar uno que ya habĂa estrenado en otros eventos sociales.
Las crĂticas al respecto demuestran que los problemas de credibilidad que vive la pareja presidencial es tal, que cualquier esfuerzo por rescatar con dignidad algo de su buena imagen se ve nublada por la percepciĂłn colectiva del engaño, de la burla, de la farsa.
Las masas de consumidores, en este caso, de gobernados, necesitan mucho más que este tipo de “buenas noticias” para volver a entregar su voto de confianza, pues es evidente que una “casa blanca”, un departamento en Miami y el escaso interĂ©s y talento por involucrarse en los asuntos pĂşblicos de gran importancia pesan más que cualquier intenciĂłn por volver a tener la simpatĂa del pueblo y eso, en marketing y en cualquier otro ámbito, lleva el terrorĂfico nombre de “crisis”.