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Cosas que aprendes de “piratería” cuando escribes libros

Libro Danaiel GranattaPor Daniel Granatta
Twitter @danigranatta

La imagen que abre este texto es una foto de una versión pirata de uno de mis libros, que encontré en la fascinante Avenida Wilson, una megalópolis gigante (bastante más que Tepito) de contenidos pirateados y/o “extraviados” que se venden y revenden a un mucho menor precio del original en Lima (Perú).

Esa imagen inolvidable, de mi libro fotocopiado y con CD rippeado del original, es la que viene a mi cabeza cada vez que alguien saca el tema de la propiedad intelectual, el “asalto a los derechos de los autores” y todas esas cosas con las que habitualmente se adornan las conversaciones o escritos sobre este tema, de “cómo la piratería destruye la cultura” y bla bla bla.

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* Y antes de comenzar, y para dejarlo todo bien claro y en contexto, le estoy enormemente agradecido a la editorial que me publica (Anaya Multimedia) por la oportunidad que me dió de poder escribir para ellos (eso incluye una paciencia infinita para conmigo y mis, en ocasiones, más que discutibles plazos de entrega) *

Empecé a escribir libros (el listado no está actualizado) en 2002, solo o en compañía de algunos amigos. No los escribía para ganarme la vida, sino como complemento (o consecuencia) de mi trabajo. Son libros técnicos, sobre Adobe Flash, ActionScript (el lenguaje de programación de Flash) o el diseño interactivo, así que no me considero “escritor” pero sí “autor”, y la verdad es que de un tiempo a esta parte a uno se le sube la bilirrubina cada vez que éste o aquel te lanza una diatriba acerca de lo nefasto de la “piratería”. Digo, a mí me sube la bilirrubina cada vez que escucho diatribas sobre cualquier tema, pero cuando se trata sobre lo que hago, más aún.

Y es que, en lo que se refiere a la “piratería”, esta es una lista (desordenada) de algunas cosas que aprendí en estos ocho años que llevo escribiendo materiales didácticos:

  • Nunca escribí libros por dinero, y de hecho creo que alguien podría obtener más dinero escribiendo sus reflexiones y conocimientos en un blog o documentos PDF, dejar una parte pública y gratuita y, posteriormente, ponerle un cierto precio a los materiales “avanzados”.
  • Me gusta la fisicidad de los libros. Me gusta que un libro se pueda tocar, hojear, subrayar, prestar y perder. Es distinto tener un libro de consulta sobre la mesa a tener un PDF en una ventana más de un escritorio. Alguna vez creo que respondí a la pregunta de por qué escribir libros en papel con un “escribir un libro te hace físico en este mundo virtual”.
  • Mi cuota de “derechos de autor” asciende, por lo general, al 7 por ciento  del importe total del libro, y eso cuando escribía el libro solo. Cuando había más autores, ese 7 por ciento se repartía equitativamente entre todos nosotros. El 93 por ciento restante es de la editorial y sus distribuidores. Eso quiere decir en números que si un libro cuesta 13 euros, por decir algo, yo me embolso 0.91 centavos de euro, con lo que se pueden imaginar lo que me preocupa a mí la “piratería” cuando mi ganancia es de menos de un euro por libro vendido.
  • La recompensa de escribir libros es la interacción con los lectores. Desde mi primer libro siempre quise ser alguien accesible, alguien a quien el lector pudiera consultar sus dudas más allá de lo que el propio libro explicaba. Que yo fuera algo más que un nombre escrito en la portada, una versión extendida de las letras impresas, así que siempre dejaba mi correo o acceso a foros de consulta por todas partes.
  • (Mucho) más importante que el dinero (que ya ven que no es mucho) ingresado por cada libro, es recibir un correo de alguien dándote las gracias porque lo aprendido en un libro tuyo les sirvió para encontrar trabajo. O para trabajar en un sitio mejor. Eso me hace sonreír y llorar a la vez, ser mentor sin proponérselo, pensar que lo que uno hace puede ser de utilidad para mejorar la vida de otra persona.
  • Se supone que escribir te coloca, en la cabezas ajenas, en el papel de “experto” sobre ese tema del que trata el libro, aunque (y éste también es el caso) probablemente haya gente mucho más capacitada que yo para escribir de esos temas. Pero era yo el que firmaba los libros, y de los libros salieron infinidad de conferencias, talleres y eventos en los que unas veces puedes cobrar, otras viajar y, en todos ellos, conocer más gente. Es el equivalente al artista que no vende mucho pero da muchos conciertos: Mi mundo se hizo más grande gracias a escribir esos libros. Y eso no lo paga el dinero.
  • Algo de lo que me dí cuenta desde el día 0 es que la gente que descarga tu libro de forma “pirata”, sin preocuparse por la versión de papel existente en una librería, nunca pensaría en comprar el libro en una librería. Por eso, creo incierto ese axioma de que las ventas de un libro o disco se reducen por “piratería”. No, son productos diferentes con un público diferente, el que compra en la librería y el que descarga de un torrent. Esto sirve tanto para el que copia el libro y lo sube a algún lugar para que la gente lo descargue como para el que lo revende en la calle en versión fotocopiada a mucho menos precio del original. Y aquí podríamos extendernos largo rato sobre qué pasaría si los distribuidores intentaran ofrecer, a menor precio, una versión de películas en esos canales a donde ahora no llegan. Si el día que estrenan The Imaginarium of Doctor Parnassus en el cine pudiera yo descargarla a (por ejemplo) 6 euros desde el sitio de la distribuidora, yo y otros muchos la pagaríamos y descargaríamos de ahí porque esa versión tendría mucho mejor calidad que la que puedes encontrar en un torrent tres días después. Porque, esto también es un hecho, la pregunta del público en 2010 no es “¿cuánto?” sino “¿ya?”. En muchas ocasiones la gente descarga películas, libros o discos no por precio, sino por inmediatez. No me importa pagar una cantidad de dinero relativamente pequeña si puedo conseguir lo que quiero ¡YA!. Y si eso que busco sólo está en un torrent, obviamente allá que voy.
  • Esto me lleva a hacer notar el hecho de que el precio de los libros es absurdo en algunos lugares. Por aquello de portes, aduanas y demás, un libro que cuesta 24 euros en España puede costar 45 euros en Perú, cuando el sueldo promedio en España es mayor que el de Perú. Es absurdo pretender que en Perú alguien tenga que pagar un libro de un importe mayor que el de muchas de sus quincenas. El precio debería estar acorde al contexto de cada país, y no incrementado a medida que el lugar de compra se aleja del lugar de edición. No sé si se puede, pero es lo que a mí me gustaría, y por eso me alegro de que alguien pueda comprar por 2 euros lo que “oficialmente” cuesta 45.
  • Como consecuencia de lo anterior (y por eso me gusta tanto la imagen que abre este post), es mejor que alguien tenga el libro en versión “pirata” (y aprenda lo que se cuenta en él) a que no lo tenga porque no lo puede pagar (y no aprenda nada).
  • ésta es muy importante y aparentemente difícil de comprender para todos los que protestan por la copia y redistribución de contenidos: Si alguien “piratea” un material y alguien lo descarga posteriormente hay que prestar atención al hecho no de la “copia”, sino del tiempo empleado tanto en “copiarlo” como en la descarga posterior de la gente. Traducido: nadie pierde el tiempo en algo que no le interesa. Si “piratean” un libro es porque contiene algo que merece la pena ser compartido, lo que incluye invertir tiempo en escanear y republicar ese material. Si no existe versión “pirata” de un disco o libro o lo que sea es porque probablemente no sea lo suficientemente bueno para que alguien invierta tiempo en producir esa copia; la copia como piropo y control de calidad. Quizá deberían hacer rankings de lo más vendido en discos, películas y libros en los puestos que se ponen en las calles en todos los lugares del mundo, probablemente las estadísticas de éxito sean más fidedignas que las cifras que publican las discográficas o las editoriales.
  • Derivado de lo anterior, el problema de la “piratería” no es para el autor, sino para el modelo de distribución en el que actualmente se basa el acceso a esa cultura (canciones, libros, etc.), del que se nutren las multinacionales.

Por eso me encienden las diatribas sobre los “derechos de autor”. Ojo, atención, ¡el autor soy yo! Y yo no pierdo mi trabajo porque alguien esté vendiendo contenidos más caros de lo que los deberían estar vendiendo. Así que aclaremos a dónde dirigimos los disparos, a los autores no nos defiende nadie, las argumentaciones dialécticas “anti-piratería” defienden el modelo en el que los autores nos movíamos para poder hacer llegar nuestro (mucho o poco) saber a las personas, y parece que dicho modelo ya no funciona, pero no sientan pena; mutará para convertirse en algo mejor, más justo para los autores y, sobre todo, para los lectores.
Para mi sorpresa, hace unos días encontré varios de mis libros escaneados y subidos a Scribd. La sorpresa aumentó al leer los comentarios que dejaban muchas personas al dueño de la cuenta, pidiéndole “más material del mismo autor”. Y me pareció hermoso, joder. Y tierno y admirable, el esfuerzo de alguien en escanear libros de más de 300 páginas para que alguien más los pudiera leer, y aprender de ello. Es hermoso, digo, porque ese es el objetivo por el que escribí todos mis libros, así que no pude contener mi entusiasmo.

Porque lo que me dejaron los libros nunca fue dinero (aunque también dejaran algo de dinero), sino cosas, personas y vivencias, y eso, como autor, no me lo puede arrebatar ningún tipo de “piratería”:

Y el resto (en mi opinión) son bobadas, así que, como autor, lo que les pido es que aprendan de lo que escribo si creen que les puede servir para aprender sobre algo. Eso significa, sí, compren mis libros, que seré feliz. Pero si no quieren (por el motivo que sea), y aún quieren aprender algo de mí, descárguenlos de donde los encuentren. Y compártanlos con otros. Eso también me hace inmensamente feliz.

Y por terminar de hablar de cosas que me hacen feliz: sean escépticos y (sobre todo) escuchen al sentido común, y no se fíen de quien dice “defender” a los autores, sin serlo.

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