Por Camila González
[email protected]
@GFCam
Hace unos días perdí mi vínculo con el mundo. Hace unos días no sé todo de todos los que quiero. Hace unos días me siento ansiosa, nerviosa y busco distraerme con una y otra cosa. Hace unos días tengo el impulso loco de buscarlo y luego me acuerdo que ya no está conmigo. Así como lo oyen, y aunque no lo crean, llevo unos días viviendo sin celular. Yo sé que es asombroso, pero sobrevivo, y en paz he logrado cruzar la frontera y ser tan valiente de volver a andar por el mundo libre… bueno, por ahora.
Ya venía siendo un tema en mi cabeza y una discusión con los amigos más cercanos. Mírame cuando hablemos, por favor, ¿por qué no puedes parar de revisar la pequeña pantallita aunque no sea para nada? Pero ahora que no tengo celular, tengo la certeza absoluta de que la sociedad está enferma, sí declaro una peste de nomofobia por doquier. Pocos se resisten a tenerlo en el bolsillo o la bolsa sin sacarlo para algo, aunque sea para tener la certeza de que ahí está, misma certeza que debe ofrecer la jeringa a un heroinómano.
El avance tecnológico está poniendo en serios problemas a nuestras pobres mentes y, por supuesto, a nuestra ciertamente precaria capacidad de control psicológico y emocional. La disponibilidad permanente de Internet en los smartphones nos tiene a una tecla de distancia de todo, así, cortó la brecha entre elegir y actuar como robots. Lo siento, aunque sé lo que saben en el fondo, estamos degradados a ser unos viles crackberries, esos adictos que revisan más de 400 veces al día sus teléfonos. Sí, viene de crack, de ese fatídico derivado de la cocaína que a tantos vuelve piedras…
Ya incluso existe un nombre científico para hablar de este trastorno: la nomofobia. Se trata del miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil o a perderlo, en fin, a no tenerlo. Es una abreviatura de la expresión inglesa “no-mobile-phone phobia” creada en un estudio de la Oficina de Correos del Reino Unido que realizó el instituto demoscópico YouGov para calcular la ansiedad que sufren los usuarios de los móviles.
Este estudio se hizo en 2011 con una muestra de 2,163 personas. Reveló que casi 53% de los usuarios de móviles en el Reino Unido tiende a sentir ansiedad cuando “pierde su teléfono móvil, se le agota la batería o el crédito, o no tiene cobertura de la red.” Un 9% adicional de los entrevistados se estresa cuando sus celulares están apagados. La investigación demostró que los niveles de estrés de una persona con nomofobia son equiparables a los nervios que se experimentan el día antes de la boda o de la visita al dentista, 55% afirmó que era por el hecho de estar “aislado” de las posibles llamadas o mensajes de familiares y amigos, mientras que un escaso 10% dijo que la causa era su trabajo.
No es juego, la ciberdependencia -y me incluyo- como toda adicción puede detonar otros problemas como depresión, ansiedad y ludopatía. El uso excesivo del celular puede vincularse con la calma de un malestar. Alivia, pero después regresa el malestar: esa es la tolerancia en las drogas, cuando uno necesita aumentar el uso para lograr el mismo efecto.
Al mismo tiempo con los avances alucinantes de los aparatos, crecen otras disfunciones. También se habla de Fomo o ese “miedo a perderse algo” que provoca que la gente esté todo el tiempo revisando las notificaciones de sus redes sociales o Whatsapp. Bueno, y seguimos, tampoco calculamos aún los daños que acarrea el ciberbullying en los jóvenes. Pero no se vislumbran salidas, las grandes compañías de celulares reportan récords globales de ventas y es un hecho que cientos de millones de personas hoy no pueden vivir sin estar conectadas.
Si el corazón le late fuerte cuando se da cuenta que se le quedó en casa o no lo encuentra en el fondo de su bolsa; si es frecuente que lo saque y haga clic en las aplicaciones sin recibir ni enviar ningún mensaje, sólo como un hábito compulsivo; si le produce ansiedad tener poca batería o señal, usted puede estar incubando algún grado de nomofobia. Siento decirlo, pero usted ya está perdido. Pruebe a experimentar lo mismo con un buen libro.