El sueño que todos los maratonistas teníamos, de ver a Eliud romper su propio récord del mundo y coquetear con las dos horas en el maratón de Berlín, este extraordinario corredor lo convirtió en realidad. El guión se cumplió al pie de la letra. El corredor más veloz de la historia en la distancia refrendó una vez más el sitio que desde hace mucho ocupa.
Eliud es único. Uno de esos atletas irrepetibles. Lo ha ganado todo: campeón olímpico, campeón en distintos maratones, poseedor del récord mundial, y el único hasta el momento capaz de correr 42 kilómetros y 195 metros en menos de dos horas (no oficial pero extremadamente valioso, sorprendente y hasta el momento inigualable).
La pasada edición del maratón de Berlín, que se llevó a cabo el domingo 25 de septiembre, será inolvidable en la historia de este deporte. Hace algunos años en esa misma ruta, Eliud escribió una hazaña deteniendo su reloj al cruzar la meta en un tiempo de 2 horas, un minuto y 39 segundos. El récord mundial impuesto permaneció intacto por algunos años. Contra Kipchoge, solo Kipchoge. Tuvo que ser él, en la misma ruta, quien se impuso sobre su desempeño pasado y sobre el tiempo, rompiendo su récord por 30 inmensos segundos.
Tendrán que pasar muchos años para que alguien pueda igualar las hazañas conquistadas por el corredor más grande de la historia. Su fortaleza física es apabullante, pero su fortaleza mental lo es aún más; su disciplina inquebrantable y su sencillez sorprendente.
Eliud sostiene que para el ser humano no existen límites y él resulta testimonio perfecto. ¿Qué sigue en la historia de Eliud? No lo sé. Si existe alguna meta pendiente susceptible de atribuírsele, sería la de romper las 2 horas en la distancia en un evento oficial, expectativa cimentada más en su sorprendente capacidad, y no tanto en las probabilidades objetivas que de ello existen.
Eliud vence al dolor y a la incomodidad dibujando en su rostro una sonrisa. Sonríe cuando enfrenta el momento adverso y sonríe también al cruzar la meta. Eliud es único.