Los ideales de los consumidores causan cambios en el mercado. La industria de los alimentos crea productos o servicios cada vez más personalizados y adaptados al estilo de vida del consumidor contemplando sus modos de trabajo, condiciones de urbanización y desplazamiento, entre muchos más.
Por esta razón existe una clara tendencia por renovar e innovar productos o servicios, con el propósito de ofrecer a los consumidores más y mejores opciones. A su vez, éstos han tomado un rol cada vez más participativo al aprovechar la tecnología para compartir con las empresas sus inquietudes buscando una retroalimentación inmediata. Las redes sociales, hoy día indispensables para la mayoría de las marcas, han sido un gran detonador. Starbucks, en Estados Unidos, por medio de Twitter, suele aplicar encuestas para que los usuarios participen con ideas y así poder desarrollar nuevos productos o mejorar los que ya tienen, o bien, compartir puntos de vista sobre un tema en específico.
En este contexto se puede observar al consumidor mexicano desde dos perspectivas. En la primera, éste se preocupa por mantener una dieta balanceada a partir de una ingesta calórica acorde a su fisonomía y hábitos. La segunda es todo lo contrario, la que muestra poco o nulo interés por su salud. Estos mismos polos existen al referirnos a su involucramiento en temas relacionados con una participación social activa.
Prueba de esto son los siguientes datos contrastantes: el mercado nacional de alimentos orgánicos, que son consumidos principalmente por cuestiones saludables, representó un valor cercano a los mil 174 millones de pesos en 2014, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), y desde entonces reporta un crecimiento anual de 10 por ciento. Por otro lado, una encuesta realizada durante el mismo año por la firma BGC Beltrán, Juárez y Asociados, a mil mexicanos mayores de 18 años arrojó los siguientes resultados:
22 por ciento no cambiaron en nada sus hábitos alimenticios.
29 por ciento los modificaron un poco.
8 por ciento aceptó haberlos transformado significativamente.
En medio de las personas que exigen productos para cuidar su salud y las que no, la industria alimenticia ha respondido con iniciativas para contrarrestar los malos hábitos y de alguna manera contribuir con información transparente para conocimiento del consumidor sobre lo que adquiere.
¿Cuántos mexicanos están verdaderamente informados de que un desequilibrio calórico en la dieta puede ocasionar enfermedades? Es decir, por una inestabilidad entre calorías consumidas y gastadas. De acuerdo con el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), medir las raciones que comemos es fundamental para tener un mejor control de las calorías y apenas 2 de cada 10 ciudadanos de nuestro país lo hace regularmente.
Algunos productos, como las mayonesas y las leches, atienden este criterio al presentar porciones más pequeñas de sus productos. En los vegetales, la marca Findus en España, vende prácticas mini bolsas de espinacas de 15 g. En las bebidas carbonatadas, la refresquera multinacional Coca-Cola cuenta con mini botellas y mini latas de 235 ml, en las que ofrece a los consumidores el poder de medir y racionar su consumo calórico. Esto último gracias a un etiquetado frontal con la información necesaria para que las personas tengan la última palabra sobre la decisión de adquirir o no el producto.
A mayor conocimiento, mejores decisiones de compra.
Promover dietas o estilos de vida saludables para reducir cualquier riesgo de enfermedades requiere de un acercamiento multisectorial, tanto en lo privado como en lo público. Las estrategias referentes a los alimentos no sólo deben ser dirigidas a la seguridad de consumo, sino también requieren cumplir el carácter de una ingesta adecuada, entendidas como demandas y retos actuales, ambos elementos acoplados a las tendencias modernas de marketing y análisis de consumo.