El proceso de mejora de una empresa que la impulsa a alcanzar determinadas cuotas de éxito se conoce como crecimiento. El crecimiento del negocio puede lograrse aumentando los ingresos percibidos por la organización gracias a un aumento del volumen de venta de sus productos o un incremento de los ingresos percibidos por sus servicios.
Además de este indicador, las ventas y la reputación de marca también pautan el éxito fracaso de una empresa, entre otros elementos. Es decir, el emprendedor se enfrenta con una diversidad de retos para que su proyecto sea exitoso.
Pero entre esos retos existen enemigos que se interpondrán para que no lo alcance. El emprendedor lucha con los siguientes:
Informalidad. Trabajar por momentos intensamente, para después perder la constancia, es uno de los principales enemigos del éxito. Se debe generar el hábito y mantener un ritmo de trabajo y resultados permanente.
Desvirtuar objetivos. Tener mil asuntos sin resolver es común en las empresas, pero dividen el esfuerzo en muchos caminos sin avanzar considerablemente en ninguno, es divagan sin control y por tanto, no avanzar en pro de las metas de la firma.
Desidia. Demuestra falta de compromiso y mediocridad, implica necesariamente la falta de interés y simplemente no se llega al éxito haciendo algo que no interesa hacer.
Indisciplina. La desorganización para colocar el tiempo justo para llevar a cabo las hábitos correctos lleva al fracaso. El emprendedor debe llevar una agenda que le permita tener claridad.
Autosabotaje. Es una parte inconsciente que sale a relucir cuando se va a producir una situación que supone un cambio importante en la vida, tal como levantar una compañía. No ocurre en todos los casos pero sí en innumerables empresas que aún con su potencial no logran vencerlo.