Quizás no nos habíamos detenido a pensarlo, pero nunca habíamos tenido tantos festivales y conciertos en el mundo. Tan sólo en México, teníamos un festival para cada perfil de consumidor, desde el fiestero chelero que va al tradicional Vive Latino hasta aquella persona que quiere participar en una fiesta ecológica y electrónica en medio del bosque de Valle de Bravo.
Entre reencuentros, giras interminables y promociones, la industria del entretenimiento musical vivía su mejor momento antes de la pandemia de COVID-19. En el país, empresas como OCESA y GNP llevaban la batuta de este mercado que, sin duda, es un gran imán para decenas de marcas que anhelan convertirse en love brands.
Es por ello que las declaraciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han encendido las alarmas entre quienes se dedican a promover y organizar festivales y conciertos. La semana pasada, en un debate organizado por el diario The New York Times, el bioeticista y director del Center of American Progress, Ezekiel Emmanuel, aseguró que, como mínimo, este tipo de eventos podrían realizarse hasta el Otoño de 2021. Eso quiere decir que una gran parte de la industria musical estaría parada por más de un año.
“Cuando la gente dice que van a reprogramar reuniones grandes, conferencias, conciertos o eventos deportivos para octubre de 2020, no tengo ni idea de por qué creen que esa es una posibilidad plausible. Creo que estas cosas serán las últimas en volver”, comentó el experto.
Y es que si los gobiernos deciden seguir al pie de la letra las recomendaciones de instituciones como la OMS, seguramente tendremos que decir adiós a los conciertos de nuestros artistas favoritos. La reactivación de la economía se llevará a cabo por fases y todo indica que los eventos multitudinarios se encuentran en la última.
En México, por supuesto, vivimos una situación sui generis. Recordemos que fuimos el único país que continuó realizando conciertos masivos en plena pandemia. Puntualmente me refiero al Vive Latino 2020, que se llevó a cabo los pasados 14 y 15 de marzo pese a que en México ya se habían presentado los primeros contagios de coronavirus. Y esto con el consentimiento del gobierno de la Ciudad de México y del mismo gobierno federal. La prensa internacional incluso trató con ironía la irresponsabilidad de las autoridades. Deutsche Welle habló sobre la actitud temeraria de los mexicanos y Bloomberg ironizó el hecho de que el presidente Andrés Manuel López Obrador siguiera repartiendo besos y abrazos en sus giras políticas.
No es un secreto que OCESA es una empresa capaz de doblegar más de una mano en el gobierno. Los escándalos ahí están, en las investigaciones periodísticas y no hace falta sacarlos a colación en este momento. La pregunta puntual es: ¿nuestras autoridades permitirán a OCESA y a cualquier otra empresa que se dedique a la industria del entretenimiento llevar a cabo eventos multitudinarios en cuando se levante la contingencia sanitaria? Y en caso de que sí, ¿se estaría atentando contra el derecho a la salud de millones de mexicanos?
Las pérdidas económicas para el sector musical serán mayúsculas. Tan sólo para un evento como Coachella o SXSW, se calculan pérdidas por hasta 400 millones de dólares. Y es que se trata de una industria que depende determinantemente de la temporalidad. Si no hay giras, no sólo acaban afectados los artistas y sus promotores. También resultarán perdiendo técnicos, ingenieros, trabajadores de la construcción, transportistas, vendedores, músicos, arreglistas, diseñadores, productores, publicistas, periodistas, managers y un largo etcétera. Son millones de empleos los que peligran ante esta crisis. Y eso que no contamos a toda la gente que, desde la economía informal, desde el ambulantaje, se gana la vida. Me refiero a la señora que vende tamales afuera del Foro Sol, al señor que hace playeras con estampados del grupo en turno, al anciano que vende cigarros sueltos, a los jóvenes que venden cachos de pizza de a 10 pesos.
Si bien es cierto que la industria musical vira cada vez más hacia la digitalización (el streaming crece a un ritmo de 10% anual, según la Federación Internacional de la Industria Fonográfica), es difícil pensar en una opción tecnológica que sustituya a la experiencia de vivir un concierto. Hace unos días fuimos testigos de One World Together At Home, un live increíble en el que participaron Lady Gaga, Billie Eilish, Paul McCartney, The Rolling Stones y muchos más. Como evento generador de conciencia social funcionó perfectamente, pero la tecnología aún no ha avanzado tanto como para sustituir la música en vivo por estar sentados frente a una pantalla.
Y es que no sólo son los festivales. Es toda la activación económica que sucede alrededor. Los hoteles en Las Vegas, por ejemplo, tienen un ingreso de 25 millones de dólares sólo en el fin de semana en el que se realiza el EDC Vegas. En este mismo festival, el 85% de las ventas de las entradas se destina a artistas, gerentes, promotores, conductores y transporte, personal audiovisual, personal médico, stage managers, electricistas, especialistas en iluminación, equipos de escenario, montacargas, catering y seguro de responsabilidad civil.
No olvidemos que cada año asisten a festivales y conciertos alrededor de 2 mil millones de personas, es decir, la tercera parte de la población mundial. Será todo un reto ver cómo la industria sale de este bache y averigua de qué manera las experiencias pueden seguir viviéndose desde casa. Los tiempos de crisis son los mismos que los de la creatividad. Y la industria musical seguirá cayendo hasta que alguien encuentre la innovación necesaria para vivir los conciertos de otra manera.