En la medida en que la pandemia se normalizó en el imaginario colectivo, los medios de comunicación volvieron a recurrir a la vieja mezcla de entretenimiento y política. El fenómeno llamado “infoentretenimiento”, producido por políticos populistas en Internet y en la televisión.
En medio de la agitación y el miedo causados por la pandemia del COVID-19, los medios de todo el mundo se llenaron de materiales sobre los posibles efectos económicos de una pandemia, las características del nuevo virus y los posibles métodos de tratamiento. Se expresaron esperanzas por una política de seriedad, el regreso de gobiernos expertos, e incluso, ¿por qué no?, por el fin de la era populista. Pero no ha sido así. Los populistas han visto en la atención que la gente puso en los medios durante el confinamiento, terreno fértil para sus dislates y éste les cayó “como anillo al dedo” ante la desesperación y la desesperanza.
Pasamos por alto que los populistas de hoy ganan no solo usando declaraciones radicales, sino también proporcionándolas en una forma atractiva, adecuada a la naturaleza de los medios de comunicación en nuestro tiempo. Son entretenidos, no siempre en el sentido de evocar la risa, sino porque son capaces de ganar y mantener el interés y la atención del público. Este populismo cotidiano es tan global como la pandemia de COVID-19. Suele llevar a sus protagonistas a victorias electorales y, en aquellos lugares donde triunfan, suelen continuar el espectáculo mediático.
Los políticos populistas difieren enormemente, en formas que van desde su estilo político hasta cuestiones más sustantivas, como sus agendas geopolíticas. Pero hay al menos algo que sin duda tienen en común: la comprensión de que la política se ha convertido en una especie de entretenimiento en una medida desconocida antes, y especialmente en la era de los nuevos medios de comunicación. Hablan de cosas que provocan el descontento de la gente. Suelen ganar porque no tienen miedo de hablar de las emociones de las personas: sus frustraciones, rabia y resentimiento. Sus rivales se han equivocado al ignorar estas emociones. Hoy en día, el lenguaje persuasivo está conectado directamente con las emociones y con la empatía.
¿De dónde proviene el entretenimiento en la política? El lema “panem et circenses” se remonta a la Antigüedad. La gente ha demandado bienes materiales y entretenimiento durante siglos. Incluso las autoridades más tiránicas generalmente se acordaban de cumplir con estas expectativas, también en su propio interés. El entretenimiento fue un tema de reflexión filosófica. En el siglo XVII, por ejemplo, Blaise Pascal afirmó que es lo único que permite a las personas de alta condición no pensar constantemente en sus miserables vidas. En el siglo XX, Alemania y Rusia totalitarias intentaron captar la atención de los ciudadanos mediante una movilización constante. También en las sociedades democráticas posteriores a 1945, se hicieron varios intentos para describir el impacto del entretenimiento en los ciudadanos. En la década de 1960, la noción de Guy Debord de una “sociedad del espectáculo” se puso de moda, y dos décadas después, Neil Postman advirtió que con las tendencias actuales podríamos “divertirnos hasta la muerte”. En la década de 1990, se acuñó un nuevo término para describir este fenómeno: infoentretenimiento, noticias basadas en el entretenimiento.
Para contrarrestar a los populistas, los políticos tienen que adoptar herramientas divertidas y, al mismo tiempo, recuperar y proteger el núcleo ideológico de la política: pluralismo, tolerancia, comunidad y estado de derecho. Ya no es suficiente llamar a los populistas con apodos. Tacharlos de fascistas dejó de impresionar a muchos de los votantes. Encontrar la fórmula para conectar con las masas no es fácil, pero tiene que ser por un camino distinto a las banalidades del infoentretenimiento.