Ivy Lee, considerado uno de los padres de las relaciones pĆŗblicas modernas, es reconocido por un sinnĆŗmero de aportaciones a la prĆ”ctica, que aĆŗn siguen vigentes. MĆ”s para mĆ, hay una cuya trascendencia jamĆ”s imaginó.
Uno de los mÔs sonados clientes de Lee fue el acaudalado empresario petrolero norteamericano John D. Rockefeller. Era la época de los grandes monopolios y de la desmedida acumulación de la riqueza en un mundo que estaba inmerso en la revolución industrial.
La imagen del magnate se vio muy dañada a consecuencia de una huelga reprimida por las fuerzas de seguridad del estado que terminó con mÔs de veinte heridos.
Su primera acción, fue acercar al multimillonario a los mineros en huelga, haciéndoles ver su preocupación por la situación en la que se encontraban. Asà Lee, consiguió iniciar el cambio en la imagen de Rockefeller de explotador monopolista, para continuar con una campaña paradigmÔtica centrada en el punto mÔs débil de su cliente: transparentar sus cuentas y creando una fundación de mecenazgo social. La percepción sobre los Rockefeller ante la opinión pública entré en su fase de transformación.
Lee encontró una forma de mostrar el lado humano de los negocios, a travĆ©s de la filantropĆa. PodrĆamos decir que este fue un momento decisivo en la manera en que las empresas se relacionan con su entorno, de trascender mĆ”s allĆ” de las obligaciones ante sus propietarios o accionistas, a la de tener obligaciones ante la sociedad.
Pagar impuestos, invertir, generar empleos, ya no eran argumentos suficientes para mostrarse como un ciudadano corporativo responsable. El paternalismo de los grandes empresarios de finales del siglo XIX o las acciones filantrópicas en respuesta al temor a nuevas regulaciones, se habĆan desgastado. Comienza entonces el desarrollo conceptual sobre las relaciones empresa-sociedad que impulsan el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC).
Basadas en la filantropĆa, el mecenazgo y la participación social, el concepto de RSC expande sus brazos hacia la educación, el desarrollo, el combate a la pobreza, la salud, el medio ambiente, el planeta, la sustentabilidad, y trasciende a conceptos que van mĆ”s ligados a la Ć©tica y la moral, como la transparencia, la inclusión, el respeto al ser humano y recientemente al conocimiento.
Dadas las condiciones del entorno actual de los negocios, donde la alta complejidad y la fuerte competitividad se imponen, la gestión del conocimiento en la empresa, ha tomado un papel preponderante como un elemento de capital importancia en la vida de la empresa y le exige la habilidad para obtener y transformar la información en conocimiento útil, dentro y fuera de ella.
Y no se trata de revelar datos de ventas que alerten a la competencia o secretos industriales que minen el poder de una patente. Se trata de compartir ese conocimiento que es el resultado del ejercicio diario, de las experiencias profesionales, de la unión de mentes y voluntades que han logrado crear estÔndares de calidad en una prÔctica; compartirlo se convierte en un compromiso y una exigencia de la sociedad.
Para darle utilidad, es importante distinguir entre el conocimiento explĆcito -el de un manual o un libro-, y el conocimiento tĆ”cito -el de un experto-. El reto es convertir el conocimiento tĆ”cito en explĆcito, compartiendo experiencias, competencias y buenas prĆ”cticas adquiridas por los empleados e innovar a partir de ello.
Las empresas ostentan el conocimiento y tienen los medios propios que evitan la intermediación en la distribución de la información. Ahora el reto, estriba en darle forma al contenido para convertirlo en una herramienta útil para la sociedad y para los objetivos del negocio.