Uno de los mitos en la industria publicitaria señala que para construir una marca fuerte se requiere una gran inversión y ésta logre ubicarse como una de las valiosas del mundo.
La comunicación va mucho más allá de la clásica publicidad y engloba nuevos conceptos. Porque no hay duda de que el formato y la calidad del contenido que se prepare permita una buena relación entre la marca y el consumidor.
Aunque podríamos referirnos a muchos elementos para construir una marca, se pueden destacar dos muy importantes: la lealtad y la calidad.
La primera, se mide por la capacidad de pagar un precio por encima del precio de un producto similar o bien por la satisfacción generada. La segunda, por su parte, se determina a través de la percepción de los consumidores.
La marca es la representación de nuestro producto y de nuestra empresa. La marca es necesaria para poder identificar un producto entre otros similares. La marca es necesaria para poder asociar a un producto valores intangibles que conecten con el cliente.
Por tanto, tener una estrategia de branding es saber que nuestra marca está en el punto A y que debemos llevarla al punto B para conseguir nuestros objetivos empresariales. Este punto es un proceso para la diferenciación de nuestro negocio del resto de los negocios similares. Un camino para gestionar la marca de la mejor forma posible.
Por lo tanto, necesitamos un plan para recorrer ese camino. Si no tenemos esa estrategia nunca podremos elegir las mejores opciones, las decisiones más eficientes para conseguir que nuestra marca ayude a vender nuestros productos.