En el sexenio pasado, cuando el presidente Felipe Calderón presentó a la lucha contra el crimen organizado como uno de los principales ejes de su gobierno —medida que trajo un inédito aumento de la violencia en nuestro país— mucho se hablaba de la “colombianización de México”, no solamente por el permanente estado de alerta en que vivíamos los ciudadanos, las fuerzas armadas y las autoridades, y por la cruda lucha entre cárteles, sino por la imagen que, como mexicanos, comenzábamos a proyectar en el extranjero.
Cuando en la Colombia de los años 80 prevalecía el “plata o plomo” de Pablo Escobar, época en la que se vivía una situación de extrema violencia, el trato en otros lugares del mundo hacia los ciudadanos de aquel hermoso país no era el más diplomático. Sacudirse esa imagen les costó varios años y un titánico esfuerzo de reconstrucción por parte del gobierno de esta nación.
En el México de hoy, a seis años de aquel 2011 —el año más violento del segundo mandato panista—, las cosas no son distintas: las ejecuciones ligadas al narcotráfico no han mermado y la violencia sigue siendo uno de los focos rojos que no se ha logrado apagar en el actual régimen.
A pesar del discurso oficialista que afirma que no estamos tan mal en materia de seguridad y a que desafortunadamente nos hemos acostumbrado a convivir con la crudeza de la violencia, en el extranjero se ha consolidado el estereotipo de que todos los mexicanos somos criminales, que vivimos del narcotráfico y que tenemos a la corrupción tatuada en nuestro ADN.
El pretexto para hablar de esta pésima reputación que nos hemos forjado como país es el informe que publicó la semana pasada el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), que afirma que México fue la segunda nación más letal —sólo por debajo de Siria, una nación en guerra— con 23 mil muertes vinculadas al narcotráfico durante el año pasado.
Este tipo de informes, que, aunado al discurso de odio emitido por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, viene a “pintarle otra raya más al tigre”, no abonan a que nuestra imagen pueda limpiarse en el extranjero.
Sin embargo, ante esta evidente crisis de reputación que atravesamos, no resultaría descabellada la idea de que, con un ajuste en el discurso oficial, con cambios en su comunicación y en su manera de hacer relaciones públicas, la percepción extranjera hacia nosotros podría no sólo dejar de enfocarse en lo negativo, sino que podríamos desviar la atención hacia lo que sí se está haciendo para mitigar esta problemática.
Una estrategia de relaciones públicas con el objetivo claro de mejorar nuestro prestigio en el extranjero podría basarse en las medidas que implementa una marca cuando atraviesa un momento de crisis reputacional.
Actualmente el gobierno federal y su aparato de promoción ha desarrollado una sólida campaña de promoción para atraer visitantes e inversionistas bajo la marca México, pero sus mayores resultados se han obtenido en la atracción de turistas extranjeros. Una estrategia de relaciones públicas podría ir más allá que sólo promover los destinos turísticos, el talento mexicano, la calidez humana y nuestra valiosa gastronomía.
Debemos difundir también los esfuerzos que las autoridades están haciendo para incrementar la seguridad en todos los rincones del país, porque de lo contrario, la oferta que hoy estamos presentando hacia afuera se puede desvanecer en un santiamén.
Las acciones de relacionamiento público que podrían aplicarse están más relacionadas con la generación de sólidos lazos entre instituciones mexicanas y diversos sectores extranjeros, como gobiernos, academias, sociedad civil, organizaciones no gubernamentales y empresas, instalados tanto dentro como fuera de México, lo que ayudaría a recobrar el clima de confianza que vuelva hacer de México un destino turístico, comercial y cultural de primer nivel.
Un primer paso sería promover acercamientos con las embajadas extranjeras en nuestro país e implementar estrategias de consolidación de imagen en las embajadas de México en el mundo.
Asimismo, una relación basada en una comunicación efectiva es clave para comenzar a rescatar nuestra imagen ante el mundo. El reto es actuar con honestidad, aceptar lo que está ocurriendo en México, y trabajar no sólo para cambiar la percepción, sino nuestra realidad.