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Alvaro Rattinger

Cómo leer redes sociales después de un debate presidencial

Los resultados del primer debate presidencial no tardaron mucho en llegar, como era de esperarse todos se proclamaron vencedores y de redes sociales ni hablar, más de un estratega de campaña confundió menciones con preferencia electoral. Para los estrategas del marketing político la llegada de redes sociales ha creado un termómetro inmediato de preferencias de electores y una forma rápida de medir la satisfacción de la población hacia una opción de elección popular. Sin embargo, la confusión por parte de los electores sobre como interpretar la información también ha sido evidente. La raíz del problema es mezclar número de mensaje o impresiones con la intención de voto. El más claro ejemplo es el Bronco que madrugó mercadológicamente a los otros candidatos con la colocación de un mensaje de promoción de su número telefónico para ser contactado por WhatsApp. He escuchado varias explicaciones sobre el origen del letrero pero lo más importante es reconocer que fue un acierto desde la óptica de publicidad, inmediatamente su nombre empezó a circular por WhatsApp aunque anticipo que la mayoría de los mensajes eran desde bromas hasta ataques personales.

La estrategia del candidato no es necesariamente nueva pero habrá que admitir que por lo menos es innovador en el estricto sentido de la definición de Schumpeter. Los electores rápidamente la adoptaron y se ha convertido probablemente en la acción de marketing más interesante desde “el niño naranja” y la demostración de que las cosas disyuntivas tienen valor. Otro acierto del candidato son la naturaleza estridente de sus propuestas que en minutos se han convertido en memes. Los dos fenómenos demuestran que los electores buscan contenido entretenido y que un candidato que los provea va a tener acceso a su capacidad de propagar mensajes, en menos palabras, si entretienes a la audiencia se te pagará con memes. En cierta medida lo mismo sucede con la salida sin despedirse de Andrés Manuel López Obrador que se convirtió en un video sumamente chistoso sobre una potencial y ficticia serie de preguntas  sobre cultura general. En los dos casos se demuestra el principio de brand awareness que predomina en la campañas de marketing político moderno, no sólo en México pero a nivel mundial.

El problema es que las competencias por los puestos de elección popular cada vez más se han convertido en espectáculos mediáticos. No es un asunto reciente, en Europa las propuestas de candidatos han llegado a terrenos extraños, hay reportes inclusive de actrices que han ofrecido favores sexuales a cambio de votos en contra de un referéndum reciente en Italia (https://www.express.co.uk/news/world/740330/Paola-Saulino-Italian-referendum-oral-sex-no-votes-model) Por supuesto muchos argumentan que se trata de una estrategia de promoción publicitaria y ese es justamente el tema central. Si la realidad cada vez más se parece a un espectáculo y la política es un reflejo de la realidad de un país tiene sentido pensar que el futuro de la política es el espectáculo. En EEUU el presidente fue una estrella de la televisión y potencialmente Oprah Winfrey —otra estrella— competirá en las siguientes elecciones. En México también tenemos una primera dama que inició su carrera en los medios masivos, es decir la tendencia es clara. No sorprende entonces que los candidatos actuales hayan recurrido a estrategias de entretenimiento para captar la atención del electorado.

El problema central de la estrategia es confundir brand awareness con intención de voto, el contenido más estridente, ridículo y chistoso siempre se compartirá más. Los memes de la “mano mochada” serían un éxito, pero eso no se traduce de manera necesaria en intención de voto. Los estrategas de marca de AMLO y el Bronco han hecho un buen trabajo de mercadotecnia, en especial en el segundo caso, las consecuencias de su popularidad mediática no se traducirán en intención de voto. De manera casi segura el Bronco recibió miles —si no millones— de mensajes, pero qué pasará cuando no reciban respuesta. No hay pretextos, lo más personal que puedes dar es el número de tu WhatsApp, por lo menos para los votantes los mensajes deberán llevar una respuesta. Es un arma de dos filos, a diferencia de twitter, la comunicación en un chat es punto a punto, mensaje enviado requiere por lo menos dos palomitas azules.

La estrategia se convertirá en la norma y veremos más seguido este tipo de acciones de marketing político pero no tengo mucha fe en que puedan ser un factor de éxito a largo plazo, menos si se hace el enorme error de utilizar WhatsApp normal en vez de WhatsApp Business.

  

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