En tiempos en que la tecnología nos da un sinfín de herramientas para llegar al consumidor, los equipos creativos tienden a marearse con la gran cantidad de oportunidades. Y si bien todos tenemos claro que el objetivo es generar una reacción por parte de los consumidores, muchas veces no sabemos qué medios elegir o cómo lograr el resultado esperado.
Por otra parte, aunque tengamos clara la teoría de cómo hacer una publicidad más efectiva, nunca estamos en condiciones de asegurar el éxito, porque a veces todo trabaja a nuestro favor y en otros, lo mismo puede confabular en contra. Sí, el factor suerte también es importante. La acción indicada en el momento adecuado determinará el logro final. Lo anterior, sin duda, entra en el campo de las especulaciones y de los imponderables.
Sin embargo podemos dar con algunas pautas que nos ayuden a acercarnos a la meta. Lo primero a considerar es que la publicidad esté dirigida a la masa, pero también a cada individuo en particular. Y ¿cómo hacer para que esta dicotomía sea la base de la efectividad? Es simple y a la vez complejo. La publicidad debe considerar las emociones del consumidor como principal motor para que éste se conecte con el mensaje que se quiere comunicar. Tocar los deseos y necesidades de las personas, más que dar información científica, debiera ser el objetivo principal. Un aviso no necesita argumento o justificación, llega o no. Esa es su función.
Cualquier tema que gatille alguna de estas aspiraciones humanas estará más cerca de tener éxito. Estas grandes áreas también tienen sub áreas que se vinculan con el placer y la imaginación. Lo ideal y la magia, la comida, la bebida, las comodidades, los lujos y los viajes siempre serán productos que atraerán a cualquier consumidor, aún aquel que no esté en condiciones de acceder a los productos, bienes y servicios que la publicidad ofrezca.
Por Mary Rogers
*Más detalles de este artículo en la edición de enero de Merca2.0