Vivimos en la era de la inteligencia artificial (IA), solo es cuestión de aceptarlo. En la última semana, las noticias sobre innovaciones y lanzamientos por parte de Google, Meta, Open AI y NVIDIA han sido tan numerosas que recuerdan los días de gloria de las redes sociales. Sitios como Botcratic han surgido y ganado audiencia en cuestión de semanas.

Existen varios escenarios que pueden explicar cómo nos ganaremos la vida una vez que la inteligencia artificial impacte el mercado laboral. La teoría más extrema es que los gobiernos buscarán algún tipo de ingreso universal básico o UBI por sus siglas en inglés. Esto ya está sucediendo en muchos países y está más presente de lo que muchos estamos dispuestos a reconocer. Según las cifras del gobierno de México, el 71 por ciento de los 35 millones de hogares en el país reciben al menos uno de los Programas para el Bienestar impulsados por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Estos programas se expandirán en los próximos años hasta cubrir el 100 por ciento de los hogares. Esto ocurrirá por dos razones: el acceso a empleos bien remunerados para los jóvenes se volverá más complicado y serán ellos los beneficiarios de los programas, al menos de forma indirecta.

Aunque reconozco que la estabilidad social del país depende de estos programas, también estoy convencido de que no son la solución que esperamos. Los programas sociales funcionan para satisfacer las necesidades estructurales de una familia, pero no pueden satisfacer las ambiciones naturales del ser humano. Sin entrar en detalles, es poco probable convertirse en Carlos Slim con el programa Jóvenes Construyendo el Futuro.

Tres palabras que preocupan mucho: inteligencia artificial empleo

Otro escenario posible es aumentar los impuestos a los más acaudalados o a las empresas más grandes del mundo. Tanto en México como en Estados Unidos, se han presentado iniciativas con este fin. Según Investor’s Business Daily, solo 13 compañías no financieras en el S&P 500, incluyendo principalmente gigantes tecnológicos como Apple, Google y Microsoft, poseen más de un billón de dólares en efectivo e inversiones. Si dividimos esta cantidad entre la población global de 8 mil millones de personas, cada individuo recibiría una parte. Si consideramos que estas 13 compañías tienen en conjunto 1 billón de dólares, entonces cada individuo recibiría aproximadamente 125 dólares. Entiendo que los impuestos se aplicarían sobre los ingresos y no sobre las reservas de las empresas; sin embargo, este ejercicio demuestra que, a pesar de su poder, una empresa no puede reemplazar la suma de las economías personales y los ingresos del gobierno.

La tercera alternativa es que viviremos en una economía de la atención, similar al episodio “Fifteen Million Merits” del popular programa británico “Black Mirror”. En este episodio, los seres humanos debían pedalear en bicicletas diariamente para generar energía que luego se utilizaba para consumir contenido. Es innegable que vivimos en una sociedad basada en la atención; sin embargo, es difícil conciliar una economía de este tipo con un ingreso universal básico. Es decir, no puedes recibir dinero por ser parte de un país y complement

arlo con dinero ganado por tu atención. Lo único que se lograría es la transferencia de ingresos del gobierno a las personas para terminar en manos de las grandes corporaciones. Me parece que este camino es el menos práctico y el más peligroso en términos sociales.

En ese orden de ideas, la pérdida del concepto histórico del empleo debido a la inteligencia artificial requeriría un nuevo modelo económico, lo cual es difícil de lograr a corto plazo.

No importa cómo se analice, es evidente que las consecuencias de la IA implicarán un aumento del microempleo, el autoempleo y los ingresos basados en habilidades de servicio manual, como cerrajeros o chefs. En este sentido, la solución no es tan simple como en los escenarios anteriores. Parece ser que lo que veremos es una combinación de los tres. En ese sentido, podríamos ver acciones por parte del gobierno y las empresas orientadas a segmentos de población según su edad, nivel socioeconómico o género.

Es el mejor momento para aprender a trabajar con la inteligencia artificial. No debemos esperar a recibir acciones del gobierno, ya que la realidad es que los países latinoamericanos son conocidos por su legislación lenta. Cuando tuve mi primer trabajo en la revista Eres hace muchos años, había diseñadores que se negaban a usar Macs para trabajar. Los que nos quedamos con los empleos fuimos los jóvenes que no tuvimos miedo a la tecnología. Esa experiencia de aprendizaje me ha acompañado hasta la fecha.