Recuerdo que en una organización para la que trabajé cuando estaba recién graduado tenía un grave problema porque, a decir de su presidente, era muy difícil conseguir gente eficiente y leal.
Una de las cosas que siempre repetía era que la persona que era de su confianza y que podía ser leal, no era del todo capaz, y que la gente que cumplía lo primero, no eran lo segundo y que por lo tanto se irían a otra organización de la noche a la mañana y además eran personas a las que según él, no les daría responsabilidades con posibilidades de comprometer a la empresa.
A lo largo de mis ya casi 25 años de experiencia gerencial he visto muchas situaciones parecidas en gran parte de las empresas en las que me ha tocado dirigir y también en mi rol de asesor organizacional, y aún sigo escuchando la misma queja por parte de empresarios y/o gerentes.
En lo personal, también pasé por situaciones parecidas; personas con impresionantes estudios y currículo pero que al momento de ocupar cargos su eficiencia está muy por debajo de lo esperado; otros en cambio, con poca experiencia, pero que sorprenden positivamente a sus superiores; y finalmente, personas con excelente currículo que además son muy eficientes y capaces de asumir retos importantes.
Por experiencia propia, estoy convencido de que sí es posible conformar un equipo 100% capaz y eficiente y además leal, sin importar si son personas que ya venían trabajando con nosotros en cargos anteriores; si ya están en sus puestos cuando asumimos un rol gerencial; o bien, si llegan a la organización después de nuestro ingreso al grupo que dirige una empresa, por esto, revisemos aquellas cosas que considero me han servido para conformar equipos “a toda prueba”:
Habilidades blandas
Desde hace algún tiempo se ha venido hablando acerca de las actitudes y las aptitudes que los caza talentos de las organizaciones están tomando en cuenta al momento de contratar al talento humano de una empresa. Habilidades como la capacidad de gestión de conflictos, que son tan normales en cualquier ambiente laboral; la administración o gestión del tiempo, más en el mundo actual donde se realizan muchas tareas en paralelo, reuniones vía online y presenciales; y el manejo del estrés, que se ha convertido en una de las causas más importantes de enfermedades laborales y que ha llevado hasta a catalogar una enfermedad como “burn out” o quemado, que vemos con regularidad en las organizaciones.
Las habilidades de comunicación, que cada vez toman mayor relevancia al momento de contratar personal por cuanto si antes eran importante, ahora lo es mucho más, ya que las empresas han aprendido a trabajar a distancia y por medios poco ortodoxos que obligan a ser cuidadosos en los temas comunicacionales; disposición de servicio al cliente, en un mundo en el que la libre competencia es algo común y donde las empresas ofrecen básicamente los mismos bienes y servicios, según su ramo, la diferencia entre ellas está en atributos como la marca y la calidad de atención al cliente, por lo que un personal con buena actitud de trato y vocación de servicio se convierte en un baluarte importante para la organización. El trabajo en equipo, es quizás una de las habilidades blandas más importantes, ya que el talento humano que lo promueva será aquel capaz de organizarse y organizar a otros para cumplir con las metas de la empresa.
Invertir en nuestros colaboradores
Una de los puntos que veía con mayor coincidencia cuando tomaba algún cargo gerencial, y que ahora se repite en mi rol de asesor organizacional, es la visión que tienen algunas empresas de que lo que los trabajadores representan un gasto y no una inversión. Y he aquí una de las principales causas de no poder conformar equipos capaces, eficiente y leales, y no estoy hablando sólo de temas salariales, hablo de formación, premiación, felicitar cuando haya que felicitar y no sólo llamar la atención cuando haya fallas. Un espaldarazo a un colaborador es a veces mucho más importante y valioso que un buen salario o un bono de productividad. Los cursos de formación bien orientados también son la balanza al salario que el trabajador ve con entusiasmo.
Ser líder y no un jefe
Un jefe lo puede ser cualquier que tenga un cargo de supervisión, es aquella persona que sólo se limita a dar instrucciones y hacerles seguimiento a sus colaboradores; en cambio, un líder es esa persona que inspira a los demás, que es el primero que llega y el último que se va, que da los buenos días, las gracias, saluda amablemente, a todas las personas, sin importar el cargo que tengan en la empresa. Es aquel al que no le importa cargar cajas, subirse las mangas y ayudar a sus colaboradores a hacer algo, aquel que le pregunta a los trabajadores con quienes se cruza en la empresa acerca de cómo se siente, qué consejos tiene para la compañía.
Nos sorprendería la cantidad de buenos consejos que podríamos recibir de la gente que trabaja en escalones bajos de la empresa, además de que descubriríamos muchos líderes innatos dentro de nuestras estructuras organizacionales.
Se transparente en tu gestión, reconoce y recompensa las acciones de tus colaboradores, fomenta relaciones sólidas entre los compañeros de trabajo, estimula la autonomía de tus trabajadores, dirígete a tu talento humano con propósito y pasión, mantente fiel a los valores de la organización, reconoce las iniciativas de tu personal y prémialas, y verás cómo poco a poco no sólo formarás equipos de trabajo sólidos, capaces, eficientes, eficaces, leales y por sobre todo comprometidos con la gerencia y la organización.
Como indiqué al comienzo, puedo dar fe de que esta especie de receta organizacional da resultados a mediano plazo, pero que además te servirán para sembrar relaciones a largo plazo.