Esa misma vorágine generó también una sobresaturación de información, falsedades y una latente carencia de credibilidad en los espacios informativos. Irónicamente estamos más abrumados y asustados que antes, cuando no teníamos tanta información.
En este contexto se han ido generando micro ecosistemas que se comunican y mantienen estables dentro de otro más grande llamado “el gran caos de ruido blanco”. Como audiencia y como generadores de información, hemos aprendido a formar comunidades que se interrelacionan de una manera sólida y consistente, son el símil a grupos de nicho: especializados en distintos tópicos donde hay credibilidad, participación, movilización y un alto grado de dominio y conocimiento de un tema en particular.
Normalmente, estos espacios han surgido de forma orgánica por la iniciativa de una persona y luego dos y luego tres y así sucesivamente; suelen ser nodos de conversación que rara vez sobrepasan los cincuenta mil participantes. Ahí, existe una oportunidad potente de ser parte del micro ecosistema para escuchar, pero, normalmente y pronto, la misma comunidad pide participación y señala a quien no lo hace, así garantiza que ese nodo está vivo, depurado e integrado por verdaderos activistas sobre la temática en cuestión.
¿Cómo sirve esto a una organización ávida de conectar con estos espacios? Las organizaciones no tienen cabida como tal, pero si desarrollan y empoderan a un representante, que desde una perspectiva propositiva forma parte del grupo, sume al espacio y se convierta en un activista que nutre la conversación, sí. Desde luego, sin ocultar su identidad y afiliación, todo mediante proponer y entablar conversaciones útiles para el conjunto.
Lo anterior, es la convicción de romper paradigmas, tomar riesgos, dejar de pensar que las marcas y sus aplicaciones son un todo inquebrantable, es entender que la sociedad valora la transparencia e innovación y que las grandes instituciones, dogmas y entidades tradicionales tienen una alta tasa de rechazo. Las personas creen en la voz de otras, con las que se identifican, pues dentro de tanto ruido se necesitan voces y entornos seguros, democráticos y propositivos donde se identifiquen, aprendan y les den elementos para transitar y hasta evangelizar un territorio que está en plena evolución.
Cuenten las caras de grandes CEO’s que hoy participan y generan sus propios nodos de conversación, todos, conectados con sus intereses de negocios. Antes solo conocíamos las caras de esos grandes personajes empresariales si salían retratados en un capítulo biográfico de algún canal de tv de paga, hay riesgos, sí. ¿Qué pasa si por debajo de estas máximas figuras hubiera 5 o 6 personajes que creen y conecten el propósito corporativo de la organización, mediante diferentes temáticas en distintos nodos? El riego de exponer al principal responsable se minimiza y se maximiza el porcentaje de alcance y éxito.
Eso sí que sería hackear el mundo análogo y pasar al algoritmo.