
Soy fan nĂşmero del trendhacking, pero como todo en exceso es perjudicial. Lo que ocurriĂł recientemente con las #Session53 de Bizarrap y Shakira me recordĂł algo que escribĂ, allá por 2019, sobre lo importante que es que las marcas se amiguen con la idea de que a veces menos es mas y no olvidar que en comunicaciĂłn siempre hay que analizar el contexto para entender cuánto beneficia sumarse (o no) a las tendencias.
Si venĂamos saturados, la pandemia lo profundizĂł y el pos lo mantuvo. Nos sentimos sobrepasados y la tendencia muestra que llegĂł el momento de hacer un stop para equilibrar la balanza entre lo que da y lo que quita la digitalidad y su consecuente hiperconectividad.
Termina 2022, cada vez más lejos (por suerte) de lo que fueron los tiempos de pandemia, pero no por eso un año menos complejo. Ya acostumbrados a navegar en la incertidumbre, 2022 tambiĂ©n puso a prueba nuestra capacidad de adaptaciĂłn y resiliencia, caracterĂsticas que se vuelven cada vez más fundamentales en el ejercicio de esta profesiĂłn.
La Copa del Mundo ya finalizĂł, pero por estos lares el mood campeĂłn va a seguir por mucho tiempo más (quizás los 4 años hasta que nos toque defender el tĂtulo). Pero habiendo bajado un poco la espuma de la emociĂłn de esta semana es interesante repasar, en tĂ©rminos comunicacionales, quĂ© podemos aprender de lo que fue este mundial 2022.
El ejercicio de la RSE (Responsabilidad Social Empresaria) está evolucionando, pero, ¿se está haciendo bien?
ÂżCĂşantas veces cuando decimos que somos relacionistas pĂşblicos y lo primero que vemos son caras que miran con expresiĂłn de no entender quĂ© hacemos o la clásica sonrisa acompañada del “ah siempre estás de fiesta en fiesta”? Desbordada de felicidad por el triunfo de Argentina este viernes, me encantarĂa poder responder a esas afirmaciones con la frase de Messi que ya es viral, “QuĂ© mirás bobo”, pero no vayamos más allá de la alegrĂa mundialista.
A nivel mundial las marcas son generadoras de contenido, que bien pensado y ejecutado se convierte en disparador de hábitos, emociones y sentimientos que, muchas veces se ven plasmados en acciones concretas por parte de los usuarios.
ÂżHasta dĂłnde las marcas pueden correr los lĂmites de lo moralmente aceptable en pos de ser disruptivas? Balenciaga es la prueba de que la frase, “no importa si hablan bien o mal de mĂ, lo importante es que hablen” ya no cabe en un mundo que exige a las empresas más compromiso que originalidad. El recurso de ir más allá de la zona de confort es clave y cada vez más necesario, pero hacerlo generando incomodidad no es el camino.
“Permacrisis” fue elegida como la palabra del año. Y es que después de la pandemia por Covid-19, la Guerra en Ucrania, la recesión económica a nivel mundial y los efectos del calentamiento global; lo caótico y disruptivo se convirtió en parte de nuestra rutina, modificando y casi naturalizando no solo la forma en que nos vinculamos sino también la manera en la que tomamos decisiones.
La compra de Twitter por parte de Elon Musk y los recientes despidos en Meta sumado a los cambios constantes en las plataformas, se han convertido en una señal de lo que pareciera ser una crisis de las redes sociales.
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