
Dicen en los círculos literarios que existen dos tipos de escritores: los que nacen con el genio y los que lo trabajan. Mario Vargas Llosa pertenece a la segunda categoría.
El maestro Vicente Rojo nos enseña que, en cualquier ámbito, lo más importante es el prestigio. Y ese sólo se gana con trabajo y congruencia. Pero sobre todo con honestidad.
Hace no mucho, platicaba con unos amigos sobre este tema y uno de ellos me increpó: “Es que tú estás en contra de democratizar la cultura”.
No imagino cómo fue esa junta en la que se decidió lanzar a los tenis feministas.
Quizás ni el gobierno se lo ha preguntado. Increíble desdén para un país donde viven más de 7.7 millones de personas con discapacidad.
Quizás los managers deberían aprender la lección que nos deja Daft Punk: no es necesario exponer vidas personales para tener éxito.
Las redes sociales se han convertido en las principales propagadoras de historias. Pero quienes las hacen no son robots ni algoritmos.
Lamentablemente, ante la hostilidad y desinterés de nuestras autoridades, muchos de estos artistas prefieren seguir su propio camino sin necesidad de recursos públicos.
El gobierno de la Ciudad de México no tendría que permitir eventos masivos este año: sería un riesgo enorme para la población.
La humanidad entiende cada vez más que la armonía de nuestros espacios contribuye a nuestro bienestar y, por qué no, a nuestra felicidad.
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