
Entre los muchos retos y dilemas que nos viene causando la imparable digitalidad, la publicidad no se libera de la discusiĂłn. Llega a ser casi invisible la lĂnea divisoria entre la promociĂłn encubierta en redes sociales –me refiero a las opiniones pagadas por las marcas a influencers, llámense tuiteros, blogueros, facebokeros, instagrameros, pinteresteros, etc.- y las recomendaciones autĂ©nticas que estos lĂderes de opiniĂłn plasman en sus muros.
Al igual que los candidatos llegan a decir una que otra mentira en las entrevistas de trabajo, los reclutadores también llegan a decir mentiras cuando tienen que descartar al candidato del proceso de selección o cuando tienen que hacer todo lo que esté a su alcance para que el candidato acepte la propuesta y se quede en la empresa para la que están realizando la labor de reclutamiento.
El año pasado cerramos con cifras verdaderamente excepcionales acerca del uso de las redes sociales a nivel mundial con 2,200 millones de usuarios totales; esto reafirma que sin duda las redes sociales se han convertido en parte importante de la vida de los consumidores quienes ya cambiaron también la preferencia de los canales de atención a clientes, usando mayormente a las redes sociales y dejando a un lado las ya anticuadas llamadas telefónicas.
Algunas preguntas para empezar: ¿Qué tanta influencia tiene un producto o un servicio para “publicitarse” por sà solo? ¿Cuántas marcas de las que conocemos tienen éxito gracias a personalidades o famosos que las respaldan? ¿Qué tan identificadas están las marcas con las celebridades actualmente para usarlas como “gancho” de venta?
Ya no hay temas que los que surgen en las redes sociales. Ya no se habla ni se piensa en nada más. Pero lo más grave no es que los muros digitales impongan las agendas de opiniĂłn, sino que ya ni importa si son verdades o mentiras, o tonterĂas que a alguien sin oficio se le ocurrieron. Por ejemplo lo de la gimnasta mexicana y su peso. ¡Desocupados, irrespetuosos y envidiosos!
Estas culturas han crecido rápidamente desde hace 6 años, gracias a la forma de pensar disruptiva de los Millenials que pasaron a ser jóvenes adultos donde trabajan y viven independientemente.
En medio del maremoto de las app, en que cuando uno ya baja una hay 15 más que hacen lo mismo y que, claro, son mejores, uno ya no sabe ni para dĂłnde mirar, ni quĂ© instalar, ni quĂ© actualizar. No es exageraciĂłn, ese maremoto nos está ahogando. Demasiadas posibilidades -muchas fantásticas, muchas inĂştiles y estĂşpidas-, pero sobre todo la sensaciĂłn de no saber cĂłmo hemos hecho para vivir sin que haya una aplicaciĂłn que nos ayude para hacer cada cosa bien, nos mida hasta la Ăşltima calorĂa del cuerpo o nos cuente las veces que pestañeamos.
Bien dice el dicho “Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”, pues todo lo que se haga en la vida de manera exagerada, tarde o temprano nos pasará factura y entonces vendrá el perĂodo de arrepentimiento, sin que se pueda hacer absolutamente nada
ÂżQuien hoy dĂa no está haciendo networking? La gran mayorĂa de las personas emprendedoras o no, han tomado este tĂ©rmino como de moda y es fácil escucharlo en boca de todos incluso cuando vas a una reuniĂłn, una presentaciĂłn de un producto, una conferencia o una simple cena. Es comĂşn decir “voy a la cita, al menos, para hacer networking”.
La libertad de expresiĂłn tambiĂ©n significa libertad de boicotear y la manera como gastamos nuestro dinero es una forma de hacer valer nuestro sentido de identidad. Por más impulsivas que sean las campañas de boicot, serĂa totalmente ilegal tratar de suprimirlas. ÂżPero habrĂa ese tipo de manifestaciĂłn ayudado a forjar una sociedad más plural, o cegado a las personas emocionalmente?
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