
Entre los muchos retos y dilemas que nos viene causando la imparable digitalidad, la publicidad no se libera de la discusiĂłn. Llega a ser casi invisible la lĂnea divisoria entre la promociĂłn encubierta en redes sociales –me refiero a las opiniones pagadas por las marcas a influencers, llámense tuiteros, blogueros, facebokeros, instagrameros, pinteresteros, etc.- y las recomendaciones autĂ©nticas que estos lĂderes de opiniĂłn plasman en sus muros.
Ya no hay temas que los que surgen en las redes sociales. Ya no se habla ni se piensa en nada más. Pero lo más grave no es que los muros digitales impongan las agendas de opiniĂłn, sino que ya ni importa si son verdades o mentiras, o tonterĂas que a alguien sin oficio se le ocurrieron. Por ejemplo lo de la gimnasta mexicana y su peso. ¡Desocupados, irrespetuosos y envidiosos!
En medio del maremoto de las app, en que cuando uno ya baja una hay 15 más que hacen lo mismo y que, claro, son mejores, uno ya no sabe ni para dĂłnde mirar, ni quĂ© instalar, ni quĂ© actualizar. No es exageraciĂłn, ese maremoto nos está ahogando. Demasiadas posibilidades -muchas fantásticas, muchas inĂştiles y estĂşpidas-, pero sobre todo la sensaciĂłn de no saber cĂłmo hemos hecho para vivir sin que haya una aplicaciĂłn que nos ayude para hacer cada cosa bien, nos mida hasta la Ăşltima calorĂa del cuerpo o nos cuente las veces que pestañeamos.
Suena como algo usual, pero es terrible. A Facebook le decimos todo: lo que comemos, lo que sentimos, lo que hacemos, pues sĂ, hasta lo que pensamos como el mismo Papá Facebook nos lo pregunta diariamente. Estamos definitivamente embrujados por los muros y la dinámica robĂłtica de ser cada dĂa más interesantes y más queridos por las manos invisibles que producen los necesarios likes.
Tengo la sensaciĂłn de que nos creemos más libres que nunca en esta era digital, o mejor, ahora que la mayorĂa de los ámbitos de nuestras vidas se mueven en la “digitalidad”. Actuamos como si sĂłlo nosotros y nuestras pequeñas pantallas supiĂ©ramos quienes somos, con quiĂ©n chateamos, quĂ© fotos enviamos, quĂ© nos interesa e inquieta. Como si las pequeñas pantallas, extensiĂłn de nuestros dedos, ya fueran parte de nuestra piel.
Esta era digital, en muchos sentidos, ha despertado -0 quizás visibilizado más- conciencias colectivas respecto a temas transversales y transcendentales. Me refiero por ejemplo a asuntos como el maltrato animal y el cuestionamiento a la existencia de los zoolĂłgicos; cuestiones de corrupciĂłn y responsabilidad social y polĂtica en manos de los ciudadanos; bĂşsquedas espirituales para aprender a estar mejor acá; reflexiones sobre ecologĂa y el cuidado del planeta, etc. Pero el tema que hoy traigo a colaciĂłn tiene que ver con la responsabilidad social de la publicidad.
Resulta muy interesante cuando la “digitalidad” nos une, en cambio de abrir más brechas, sĂ, y cuando a travĂ©s de ella se mejoran cosas. Me encontrĂ© con este proyecto que se inventaron y están haciendo en Madrid, y pensĂ© en lo oportuno que serĂa aplicarlo acá en nuestra Ciudad de MĂ©xico.
Resulta muy interesante cuando la “digitalidad” nos une, en cambio de abrir más brechas, sĂ, y cuando a travĂ©s de ella se mejoran cosas. Me encontrĂ© con este proyecto que se inventaron y están haciendo en Madrid, y pensĂ© en lo oportuno que serĂa aplicarlo acá en nuestra Ciudad de MĂ©xico.
Uno de los aportes quizás más grandes que la brindado el marketing digital a la industria es la especificidad en la data que puede recopilar, es decir, la capacidad de hacer mediciones para conocer cada vez más de cerca de los consumidores, sus reacciones frente a las marcas, rasgos de su comportamiento, gustos y, por supuesto, información demográfica.
Cuando leĂa yo en Facebook acerca de la reciente marcha contra la violencia a las mujeres –en la cual tristemente no pude estar- y las historias de acoso que han compartido muchos de mis contactos en este sentido, confieso que se me hacĂan nudos en la garganta. Por supuesto por los testimonios de vida que muchos valientes decidieron compartir, pero sobre todo porque me hizo reflexionar sobre la Ă©poca en que vivimos.
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