Demonizar la tecnología es tan obsoleto como creer en la alquimia. Resulta sorprendente que, en pleno siglo XXI, un gobernador culpe a los videojuegos por el comportamiento violento de un niño de 11 años que decidió asesinar a su maestra, como si la realidad fuera una extensión del mundo virtual, cuando es al revés.
Lo que sucedió en Torreón la semana pasada en el Colegio Cervantes deja claro que algo sucede con nuestros niños. Sí, el contexto de violencia que vive el país es un factor determinante; también lo son los valores familiares y la inteligencia emocional de los alumnos. Sin embargo, no podemos soslayar que hay un problema educativo de fondo. ¿Acaso los modelos educativos que tienen nuestros niños es el correcto? ¿Verdaderamente aprovechan sus capacidades y habilidades?
En estricto sentido, la escuela debiera ser un lugar donde el estudiante pueda encontrar soluciones a su vida diaria. Se equivocan quienes piensan que aprender álgebra, por ejemplo, no sirve para nada. Quizás despejar no sea muy útil para hacer el súper o pedir un Uber, pero sí es esencial para desarrollar un pensamiento lógico que nos permita encontrar soluciones y diseñar estrategias en nuestro día a día, desde llegar temprano a nuestros empleos hasta diseñar un plan de ahorro o de retiro. Razonamiento básico.
En un mundo tan tecnocratizado donde todos ofrecen soluciones antes que plantear problemas (las apps inteligentes son buen ejemplo de ello), es menester enseñar a nuestros niños a encontrar salidas respuestas a sus conflictos. Nutrir sus mentes con razonamientos aplicables en cualquier ámbito, no sólo en sus libros de texto o sus tareas. Lo que vimos en Torreón fue un niño sin salida, acorralado, ensimismado hasta el punto de creer que la única opción era matar a tiros. Esto no sólo habla de un déficit moral y emocional del menor (que seguramente tiene múltiples causas), sino, en parte, de un sistema pedagógico fallido.
El hecho de que el gobernador Miguel Ángel Riquelme insinuara que el videojuego Natural Selection influyó en la decisión del niño coahuilense demuestra no sólo un deslinde de responsabilidades de parte del Estado, sino una ignorancia supina sobre el sistema educativo del país. Y como el marketing de las instituciones educativas en México es un campo poco explorado y lleno de clichés, me di a la tarea de averiguar con los que sí saben y de investigar qué empresas del giro educativo basan sus acciones no en niños que se memoricen las capitales del mundo, sino en niños que aprendan a solucionar problemas, a desarrollar la suficiente inteligencia emocional e intelectual para encontrar salidas, diseñar estrategias y, finalmente, ofrecer soluciones.
Rodrigo Assael, director general de Pinion Education, es experto en educación innovadora basada en el Design Thinking (pensamiento de diseño), un modelo que permite a los alumnos aprender a resolver problemas mediante pasos específicos, al mismo tiempo en que se convierten en creadores de tecnología. Es decir: formar a los ciudadanos digitales que resolverán los problemas de las décadas venideras. Esto, por supuesto, se traduce en individuos capaces de desarrollar un pensamiento creativo, computacional y racional que no sólo servirá para el panorama laboral futuro, sino que les permitirá solucionar conflictos cotidianos y desarrollar una inteligencia emocional basada en la resolución de problemas.
“Bien conducida y enseñada, la tecnología permite desarrollar inteligencia emocional e intelectual. Dentro de los procesos de creación tecnológica, uno de los procesos iniciales es el desarrollo de la empatía, la cual a su vez nos permite brindar soluciones a nuestros problemas cotidianos en el mundo real”, dice Assael.
Aceptémoslo: la tecnología siempre ha formado parte de nuestra cultura. Demonizarla es inútil. Sí, tiene aspectos negativos, mejorables, pero bien utilizada puede ser una herramienta vital para nuestras sociedades. El experto en neurociencias de la Universidad Autónoma de Madrid y colaborador de El País, Mario Fernández Sánchez, escribe: “Cuando aparecieron la poesía y el teatro, Platón la criticó en La República, se criticó la aparición de libros en la Edad Media, porque corrompía las mentes. Más tarde, que la televisión “atonta” el cerebro y ahora, más de los mismo, con los ordenadores, las tablets, smartphones y videoconsolas”.
De acuerdo con un estudio del Departamento de Pediatría Clínica de la Universidad de Navarra, un videojuego puede ser un reforzador de relaciones sociales, un instrumento para fortalecer el pensamiento cognitivo y para estimular la memoria y las habilidades manuales y visuales; algo esencial para aprender matemáticas, por ejemplo.
Dejemos de satanizar la tecnología. Mejor pongamos atención a los pedagogos, profesores, escuelas y empresas que están interesadas en crear modelos educativos diferentes, en los que un videojuego o un smartphone no son productos del Diablo, sino herramientas para entender mejor nuestras circunstancias.