Por Eduardo Rodríguez
[email protected]
@ERodriguezD
Existen algunos gallardos caballeros y valientes damas que han logrado combatir consistentemente los embates que nuestro querido país tercermundista nos arroja cada siempre. Estos ilustres seres humanos, han salido adelante de tal forma que hasta tienen algunos dineros ahorrados en el banco. Mis más sinceras felicitaciones.
Hay quién ha logrado ahorrar para comprar un departamento, para irse de viaje o para alcanzar alguna meta clara y de mediano plazo, bien por ellos. Pero cuando alguien dice que sus ahorros son para formar un patrimonio, entonces habrá que pensar en cambiar de ahorrador a inversionista.
Rimbombante, ¿no? Inversionista. ¡Me gusta la palabra!
Dejando el humor de lado, básicamente, hay dos caminos para transformar los ahorros en inversiones: poner un negocio nuevo o invertir en uno en marcha. A propósito, estoy dejando las inversiones de renta fija fuera de estas alternativas (Cetes, pagarés, bonos, etc.) ya que no son propiamente inversiones, son préstamos.
Todos tenemos a un primo, un amigo o un vecino que nos ha invitado a montar una lonchería, hacer una película, construir una casa o vender limonadas. No hay nada de malo en eso. Sin embargo, en este país los negocios requieren de un factor casi mágico para ser altamente exitosos y poder logar transformar unos ahorros en un patrimonio suficientemente grande para que pueda ser disfrutado por nuestros hijos y nietos. La otra alternativa es asociarse con alguien que ya esté caminando y tenga éxito, sin duda, este camino es más inteligente. El problema es que el primo, amigo o vecino exitoso no siempre necesita de nosotros. Es poco probable que quiera compartir su negocio. ¿Qué hacer entonces?
Una magnífica alternativa es buscar un lugar en el que tu primo sea Warren Buffet, tu amigo se llame Carlos Slim y tu vecino Steven, se apellide Jobs. Ese lugar es el mercado bursátil.
Este espacio es pequeño y no es momento de aburrirnos, así dejaré la parte formal para otra ocasión (qué es, cómo funciona, porqué existe, para qué, etc.). Pero es importante entender de una manera muy sencilla porqué los empresarios ricos del mundo nos dan chance de ser sus socios. La razón es simple: lana.
Como ejemplo imaginemos que todo esto del mercado bursátil sirve para lo mismo que una servilleta y que decidimos invertir nuestros ahorros en montar una lonchería desde el inicio. Con el paso del tiempo, tras mucho esfuerzo y un poco de magia, la lonchería se transforma en una cadena nacional de 532 locales. El siguiente paso lógico sería tratar de expandir nuestra exitosa cadena de loncherías al sur de los Estados Unidos. Para esto, elaboramos una estrategia agresiva que incluye inaugurar 120 locales de golpe y porrazo en Texas, California y Arizona (ejem, mejor Nuevo México). Los gastos de esta nueva etapa del negocio son multimillonarios, así que necesitamos lana. Mucha lana. Para conseguirla, podemos pedir prestado pero el dinero prestado es el más caro. Mejor vendemos una parte del negocio y ese dinero lo usamos para el plan de expansión. Claro, en este proceso dejaremos de ser los únicos dueños y a nadie debería de preocuparle ya que, como en muchas otras cosas, es preferible tener una parte de algo muy bueno que todo de algo regular.
Para vender una parte de nuestro negocio podemos recurrir a uno o varios inversionistas o podemos acudir al sector financiero para que nos ayuden a hacerlo (lo que ellos llaman elegantemente “colocar”). Este esquema es el que han utilizado General Electric, Microsoft, Apple, Telcel, Bimbo, Grupo Modelo, Petrobras, Roche, Louis Vuitton, Volkswagen, Toyota, Sony, y literalmente, decenas de miles de empresas de todos colores y sabores. Evidentemente, esta alternativa de financiamiento no es solamente para que las empresas puedan expandir sus negocios. Las razones por las que una empresa recurre a estos merequetengues son muchas y muy variadas pero este tema también lo dejaremos para otra ocasión.
Así que cuando de invertir se trata, debemos preguntarnos si queremos iniciar nuestra propia aventura desde cero o si preferimos subirnos a los negocios de gente como Buffet, Slim o Jobs. La bondad del caso es que no son mutuamente excluyentes, pero no perdamos de vista nunca que ni las loncherías ni las acciones son negocios de corto plazo. El mejor aliado de una inversión es el tiempo.
Hoy en día, haciendo todo con cuidado, responsablemente y bajo el cobijo de una buena asesoría, podemos iniciar una cuenta de inversión bursátil con poco dinero (menos de lo que estás pensando) y así compartir los éxitos y fracasos de los más grandes empresarios del mundo.
Dejemos de ahorrar, empecemos a invertir.