A un año de las elecciones presidenciales en México, la estrategia de Andrés Manuel López Obrador, uno de los candidatos más polémicos y quizá fuertes para dichas elecciones, está en que la conciencia colectiva lo considere ya el presidente de facto a través construcción de una posición de liderazgo en la mente de los votantes, juego en el que su gestión de las redes sociales se ha convertido en el mejor aliado.
Para sustentar ese ejemplo es conveniente explicar lo siguiente: a partir de una muestra estadística de mil 500 mensajes en Twitter el perfil de Enrique Peña Nieto logró una cifra de 19 millones 570 mil 123 impresiones, el número es significativo si se considera que tiene 6 mil 26 millones de seguidores. En contraste, López Obrador tiene 2 mil 41 millones de seguidores y en 1 mil 596 publicaciones alcanzó 14 millones 156 mil 583 impresiones.
La comparación es suficiente para entender el contexto de la situación de marketing político del presidente versus el candidato presidencial. El gran acierto, el crecimiento orgánico que el representante de Morena ha construido a lo largo de la última década.