La carrera rumbo a Los Pinos y la elección de otros 3,400 cargos de elección popular no se está caracterizando por demostrar la coherencia en los discursos y acciones de los contendientes ni un apego a los partidos políticos ni a sus ideologías.
La realidad es que, a la fecha, los ciudadanos recordamos más las peripecias banales de las campañas, los malos chistes de los candidatos, los memes que provocan y algunos de sus pegajosos jingles, pero pocos somos capaces de repetir alguna propuesta clara y contundente que nos hayan presentado.
Debemos destacar que éstas no serán las primeras elecciones federales cuya decisión estará basada casi por completo en la percepción que el electorado tiene de los contendientes y sus partidos, y no en sus ideas o en su oferta de propuestas sólidas y factibles.
Los postulantes están conscientes de esto y hacen hasta lo imposible por contrarrestarlo con tácticas que poco han funcionado: José Antonio Meade, por ejemplo, busca generar la imagen de un candidato ciudadano cercano al pueblo, lo más alejado de los añejos vicios del PRI, pero hasta ahora las encuestas arrojan que su equipo está subestimando la inteligencia de los ciudadanos.
Aunque la historia dice que las encuestas no suelen predecir con certeza los resultados que habrá en las elecciones, el abanderado de Morena, López Obrador, encabeza prácticamente todas las encuestas que se han publicado, incluidas las reconocidas Parametría y Mitofsky, UNIVERSAL/Buendía & Laredo y la del Grupo Reforma. Dejando en segundo lugar a las alianzas del PRI y del PAN.
La comprensible apatía por temas electorales que manifiesta una buena parte del electorado también se acrecienta por la falta de compromiso que los actores políticos demuestran con sus partidos y sus ideologías.
La mezcolanza de actores que transitan sin pudor por las fuerzas de izquierda, centro y derecha, (aunque estas ideologías políticas ya estén desdibujadas en México) son factores que enfadan a los electores.
Los ciudadanos que exigen coherencia a sus políticos jamás verán con buenos ojos a Ricardo Anaya, joven nacido en el panismo queretano, portando un chaleco amarillo con el logotipo del sol azteca del PRD, mientras celebra su alianza junto a aquellos que hasta hace algunos meses representaban su contraparte ideológica; o a Andrés Manuel López Obrador recibiendo en las filas de Morena a personajes que lograron puestos de elección popular bajo el amparo de partidos de derecha, como la ex panista Gabriela Cuevas y al expesista Cuauhtémoc Blanco.
Asimismo, una gran parte de la población mexicana está cansada del oportunismo y de postulantes poco preparados para el servicio público, pero amparados por una carrera en el mundo del espectáculo que automáticamente les da popularidad y reflectores, pero no la capacidad para resolver los problemas que aquejan a nuestro país.
Si delimitamos la crítica a las tácticas de comunicación que se han estado implementando, debemos reconocer que los candidatos están intentando ser más asertivos al momento de hablarle a los 6 millones de jóvenes de entre 18 y 24 años que participarán por primera vez en unos comicios federales.
De acuerdo al Estudio de Consumo de Medios y Dispositivos Entre Internautas Mexicanos, Segmento de Generación Z, cuando los pertenecientes a este grupo poblacional buscan información en video, el 59% busca temas de tecnología, 56% de entretenimiento, 56% de deportes, 46% de belleza y 44% de noticias.
Si bien la generación Z es más receptiva a comunicarse a través de imágenes en lugar de texto y en un ambiente multitask y multipantalla, también es una población que recibe información de múltiples canales y por lo tanto es difícil captar su atención en primer lugar y ya no se diga tratar de engañarlos, pues ahora más que nunca tienen la capacidad de constatar cualquier dato que les parezca incongruente.
A pesar de que este nicho ya vivió en un contexto de pluralidad política, los partidos no han logrado eliminar la imagen de corrupción que pesa sobre ellos, por lo que prevemos que los candidatos no la tendrán fácil al momento de intentar convencer a estos jóvenes que vivimos en una democracia que conjunta diversas ideas para resolver los problemas del país, y sí está muy latente el riesgo de que al final termine ganando el abstencionismo, ante la falta de opciones atractivas para el electorado.