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Berlusconi
Federico Torres

La imagen sobre las palabras: Boris Johnson

En algunos países y partidos políticos, la reputación de sus agremiados y gobernantes si importa y mucho. El caso de la renuncia del primer ministro inglés, Boris Johnson, es prueba de ello.

Decía Newton, en su famosa ley de la Gravedad, que todo lo que sube tiene que bajar.

Concepto más acertado no podría aplicarse a la caída de Boris Johnson como primer ministro de un país tan apegado a protocolos y a las más estrictas medidas de comportamiento social, en lo que se refiere a diplomacia y política.

En Inglaterra, desde la época de Churchill y aún más atrás, el comportamiento, la reputación y las buenas maneras eran el pan de todos los días y Boris, se venía saltando las formas y los fondos, por un buen tiempo.

A lo largo de su vida laboral, primero como periodista y luego como político, Johnson había superado escándalos y encubrimientos gracias a sus reconocidas habilidades como orador; además es muy astuto, arrogante y pone de manifiesto en muchas ocasiones, su falta de responsabilidad y filosofía para el trabajo.

Con las cartas credenciales citadas líneas arriba, la pregunta lógica para el mundo de la comunicación política es… ¿Cómo es que Boris Johnson llegó a dirigir la oficina de la calle Downing 10?

En la política moderna, la conducta, la imagen, la preparación y el oficio político son determinantes para ejercer un gobierno de manera responsable. Añádale a lo anterior, estimado lector de Merca2.0, el poder de las alianzas que cada político debe tejer con su propio partido y con la oposición.

Esto llevó a Boris a perder el apoyo de su propio partido, el Conservador, y tuvo que soportar la renuncia de más de 30 funcionarios de su gobierno. Ante este desorden y las explicaciones cada vez más débiles del PM, no le quedó otra opción que anunciar su retiro para despresionar a los Tories y sin duda, a la propia Corona que solo atinaba a revisar en los diarios el caos político que todo el mundo veía.

Así, que al frente en el atril situado en la residencia oficial del gobierno, lugar que la ha dado fama y poderío a los ingleses, figuras como Margaret Thatcher, John Major, Tony Blair, Neville Chamberlain, Clement Attle y el mismo Winston Churchill, Johnson anunció en estos términos su dimisión:

“Lamento no haber convencido a mis compañeros, lamento no poder seguir liderando, pero nadie es indispensable en la vida política”.

Es penoso observar una caída de tal magnitud, toda vez que Boris había llegado al cargo para sacar adelante a los británicos en plena crisis por el Brexit, cabildeo personal que le redituó popularidad. Sin embargo, es más lamentable aún, ver que los porqués de la renuncia, se centran en la organización de un par de fiestas en pleno confinamiento por el COVID, lo que terminó por hundir su reputación.

¿Qué tenemos hasta ahora?… hay partidos y ciudadanos que no toleran los excesos de quienes dirigen sus destinos sociales y económicos, y actúan en consecuencia.

Boris Johnson, pese a que se aferra al poder hasta este otoño, es blanco de más presiones para dejar de inmediato su puesto y colocar a un interino que cambie la imagen política de ese gobierno.

La reputación importa, y mucho.

Nos encontraremos más adelante.

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