Es real, no es fácil entender ni involucrase en el entorno digital, social y financiero en el que se encuentran las criptomonedas; la postura del gobierno mexicano de bloquear su uso dificulta aun más el entendimiento y retrasa la difusión de información precisa y, sobre todo, una posible legislación al respecto.

Con su decisión, anunciada el mes pasado, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público mantienen el retraso de 10 años frente a otras economías que ya consideran este recurso incluso como método para paliar su inflación, como es el caso de Argentina. 

Las criptomonedas han pasado de un plano desconocido y hasta turbio a uno preponderante en las economías desarrolladas, como en Estados Unidos que aunque no cuenta con una legislación federal, ha avanzado en las legislaciones locales con regulaciones que favorecen los ingresos fiscales.

En contraparte, países subdesarrollados como El Salvador se han convertido en pioneros del uso de criptoactivos como moneda “oficial”. Pese a las críticas de expertos a escala internacional quienes consideran que podría ser la ruina para aquel país centroamericano, su presidente Nayib Bukele (millennial y nativo digital) defiende su experimento a nivel internacional y considera que se protegerá la economía, finalmente, “el que no arriesga no gana”. 

La concepción del dinero físico ha evolucionado –como todo con la tecnología-  y México no se puede cerrar a un fenómeno que finalmente nos alcanzara, por el contrario, podría abrir brechas de conocimiento, webinars, diplomados, cursos, conferencias de prensa, seminarios que despejen las dudas y que acerquen a la población interesada a los beneficios y riesgos del uso de esos activos digitales. 

En el mundo, cerca de 45 millones de personas ya utilizan esas monedas y México no será la excepción. Con todo y las prohibiciones el país es considerado un paraíso para el crecimiento del dinero digital. Según el informe de mercado global Criptomoneda, el mercado global prodría incrementar exponcialmente, sobre todo entre 2021 y 2026, y una de las regiones clave para este desarrollo es México. 

Características como el gran tamaño de su mercado, su alto porcentaje de desbancarizados, la cercanía con la mayor economía global –Estados Unidos, y las reglas claras impuestas por la Ley Fintech (que no incluye criptomonedas)–, lo han convertido en un caldo de cultivo perfecto para el florecimiento de la industria de tecnología financiera, mismo que se podría extender hacia los activos digitales.

Por ahora, el anuncio de las autoridades financieras mexicanas han transmitido a la sociedad, a los empresarios y a los posibles usuarios de criptoactivos su preocupación e incertidumbre y con ello, claro, se desalienta el interés y se promueven las noticias falsas y poco precisas respecto al tema.

Si el futuro y su dinero digital llegará al país ¿por qué no proponer un marco regulatorio vanguardista y con mejores servicios de tecnología financiera tal como porpone Carlos Orta, líder de Riesgo Regulatorio en Deloitte?, por qué no acercarse a opciones ancladas al peso como PXO que ofrecen estabilidad, pues por cada token de este criptoactivo, existirá un peso de respaldo que se concentrará en un fideicomiso.

El país se encuentra en un momento adecuado para generar mayor cultura y seguridad en estos temas revolucionarios para la nación, sobre todo ahora después del confinamiento obligado por el Covid-19 que impulsó la economía digital. Esperemos que las autoridades así lo consideren y no se queden aun más rezagadas.