Como hace unos 20 años nos acostumbramos a la palabra “Internet” y allá por el 2009 o 2010 empezamos a hablar seguido de algo llamado “Facebook”; en 2017 apareció en el vocabulario del común de los mortales el “Bitcoin”.
Aprendimos que el Bitcoin es una moneda virtual e intangible, que “no se puede tocar” como ocurre con las monedas o billetes tradicionales, pero que puede utilizarse como medio de pago en la mayoría de los países, siempre a través de la web.
Supimos que el Bitcoin es diferente a cualquier otro medio de pago por su descentralización y por estar fuera del control de cualquier gobierno, institución o entidad financiera. Al control lo realizan, de forma indirecta mediante sus transacciones, los propios usuarios a través de los intercambios.
Nos dijeron que eso hacía al Bitcoin (y a cualquier criptomoneda) una moneda “ultrasegura” a partir de bases de datos encadenadas y dispersas entre servidores de todo el mundo.
Para arriba
El Bitcoin pasó de valer menos de 1.000 dólares por unidad en enero de 2017, hasta más de 20.000 sobre septiembre de ese año, para finalizar arriba de los 10.000. El que apostó por la criptomoneda más famosa en esos tiempos logró ganancias insospechadas, dividendos que no se obtienen ni en actividades criminales.
Sin embargo, el tiempo pasó, el furor se aplacó, los controles de los estados empezaron a jugar un papel clave y lo que parecía un negocio millonario, siguió siendo rentable en 2018, pero sólo para aquellos que entraron primero, como suele pasar en muchos casos.
Los que compraron a 1.000 lo que hoy (enero de 2019) vale 3./00, la rentabilidad sigue siendo grande. Para los otros, esos que entraron “tarde” y compraron a 10.000, 12.000 ó 15.000, fue su peor negocio. Ojo, al menos por ahora, nunca se sabe en el mundo de las inversiones.
El Bitcoin cotizaba el 21 de enero de 2018 a 12.728 dólares. Este martes 15 de enero de 2019, un año después, 3.719, un 70% menos. Y todo gracias a un leve repunte en los últimos días, porque si no, la pérdida sería mayor.
Causas de la caída
Para los especialistas, la clave en la caída es la ilusa idea de que las criptomonedas podrían convivir con las tradicionales sin supervisión de ningún gobierno o entidad internacional. Fue su propia fama, la que obtuvo en 2017, lo que terminó perjudicando al Bitcoin.
La explosión de notas en los medios a partir de las ganancias millonarias hizo que se pongan allí los ojos de muchos gobiernos, desde distinta perspectiva, pero con una clara intención de supervisar, de intervenir y de regular ese mercado.
Japón, Corea del Sur y Estados Unidos son sólo algunos de los países que ya analizan gravar las utilidades obtenidas en estas inversiones, así como exigir la identificación de las personas y la verificación del origen de los fondos invertidos. Todo eso golpeó en la cotización a lo largo de 2018.
“Los precios han estado presionados debido a que los reguladores de todo el mundo han posado su mirada en esta naciente industria, a la vez que han sufrido una serie de ataques cibernéticos en intercambios que incluyen uno de US$ 500 millones en Japón a principios de 2018”, publicó Bloomberg.
El Bitcoin surgió hace casi 10 años, en 2009. Fue creado por Satoshi Nakamoto, seudónimo de una persona cuya identidad no ha sido revelada hasta el momento. Esta moneda virtual funciona a través de software para computadoras y dispositivos móviles y permite realizar transacciones sin intermediarios.