Actualmente varios museos en la Ciudad de México no permiten tomar fotografías de las obras expuestas, a menos que se pague especialmente para esto. Hoy. En una época ridícula en cuanto a imágenes, cuando casi todo gadget conocido tiene cámara y los que no pronto tendrán.
A los videojuegos no les importa quién distribuya su producto, pues han logrado generar un consumidor fiel, que los buscará. Ya sea digitalmente, en tiendas especializadas, en tiendas departamentales, de música y video (justamente), etc.
Los últimos días fueron literalmente apocalípticos para la popular plataforma social de fotografía Instagram, quien por poco, sufre de un éxodo por parte de sus usuarios, todo por “confusos” cambios en sus políticas. La polémica se desató por un par de párrafos en los que Instagram decía que una vez iniciada su nueva política, en enero del 2013, tendrían derecho de usar nuestra información y fotografías para vender publicidad o promociones, sin pagar nada al usuario dueño de esa información y contenido.
La semana pasada, el New York Post publicó en su portada, una foto de un hombre que murió al ser atropellado por el metro un día anterior, tras ser empujado por otra persona. El fotógrafo del Post se encontraba ahí por otra asignación, cuando todo ocurrió y fue capaz de reaccionar y disparar fotografías del suceso.
Hagan este ejercicio en una media hora que tengan esta semana o la siguiente, antes claro del 21 de Diciembre, pues entonces qué caso tendrá. ¿Cómo venderían el fin del mundo? ¿Qué promoverían? ¿Servicios, productos, despedidas, esperanza, últimos deseos?
Si cualquier día de estos mi columna aquí en Merca 2.0 o la de cualquiera de mis compañeros empieza a cobrar, ¿estarían dispuestos a pagar por leerla? ¿Cuánto? O incluso si esto fuera opcional, una posibilidad, ¿decidirían hacerlo, o tomarían la opción de leerla gratis?
Con riesgo de ser tachado de malinchista quiero hoy comentar diferencias laborales evidentes entre empresas en México, y en los Estados Unidos.
Todo quien vende o compra servicios de comunicación, diseño, creatividad, publicidad, etc., se familiariza pronto con los términos propios del negocio; no de la teoría ni del estudio; sino de la práctica. Rápidamente uno ve simplificado lo aprendido ante peticiones de jefes, compañeros, clientes, etc.
Hoy en día el usuario común y corriente, el más ignoto navegando en Internet, no tiene control sobre las cosas que puede ver, hacer, vender, comprar, buscar, encontrar, robar, copiar, etc. Su conocimiento limitado le restringe saltar obstáculos o desviaciones, que otros, expertos y capacitados dominan y de hecho dirigen y construyen.
Aunque los números no mienten y cada año crecen, el consumidor latino en los Estados Unidos sigue siendo un caso peculiar, muy difícil de entender si se toman en cuenta ciertos factores.
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