Camila Gonzalez
*Las columnas de opiniĂłn reflejan el pensar individual y gustos personales de los columnistas, los cuales no necesariamente son compartidos por el equipo Merca2.0.
Sigue despertando en mĂ una enorme curiosidad el despliegue de aplicaciones y servicios tecnolĂłgicos y digitales que delatan la profunda soledad en la que nos encontramos todos. No me enternecen las propuestas que ofrecen para la venta abrazos, sexo y compañĂa; más bien me alarma ver cĂłmo la evoluciĂłn digital se está clavando en resolver vacĂos que cada vez se ahondan más en nosotros.
Siguiendo con temas altruistas, y bonitos, como el de los bancos de tiempo, acerca de los cuales escribà hace poco en este espacio, entusiasma ver cómo la conectividad también nos regresa a la esencia de colaboración entre las personas. Me refiero al concepto de repair cafés, cada vez más extendido en el mundo gracias a la digitalidad.
Me resulta fascinante el vuelco que ha dado la mercadotecnia en respuesta a esta era digital. Claro, el cambio ha sido en muchos sentidos y niveles, pero en particular me refiero al concepto esencial en el que el consumidor ya no es un ente pasivo que compra “lo que hay” y punto, sino que se ha convertido en un agente activo que reclama sus propias necesidades, sĂ, se las reclama a las industrias, al mercado mismo y a la publicidad incluso. Hasta tal punto que existen muchos ejemplos en los que los compradores somos co-creadores de lo que nos venden.
La realidad de estar de hoy permanentemente conectados ha despertado todo tipo de ideas. Algunas de ellas, cimentadas en la solidaridad y la confianza, contrastan –y tambiĂ©n enriquecen- las formas tradicionales de los sistemas sociales, polĂticos y econĂłmicos. Bueno, pues me refiero esta vez a los bancos de tiempo, que en varias ciudades ya están funcionando con bastante fuerza.
Que su respuesta fue seria, que quizás no le gustĂł lo que se le dijo, que contestĂł como enojada, que no sĂ© por quĂ© me responde asĂ, que con esa ortografĂa ya no quiero con Ă©l… En fin, ahora que nos comunicamos más por chat que cara a cara, lo cierto es que estamos hechos bolas con el modo como leemos y entendemos (sĂ es que entendemos) muchos de los chats. Se han establecido, tácitamente y para algunos, ciertos cĂłdigos y ya nos los apropiamos de tal manera que, seguro, interpretamos mal al otro y el otro a nosotros.
Aunque sin duda pertenezco al grupo de los grinch de la navidad, resulta casi imposible evitar del todo que la mercadotecnia navideña me roce la piel. Al menos me sirve para reflexionar y hacerles estos 8 regalos “anti-digitales” a quienes generosamente me han leĂdo durante el año
Cada dĂa más, nuestras vidas cotidianas están apoyadas, asesoradas o dependen de aplicaciones mĂłviles. La velocidad con la que aparecen nuevas en el mercado es alucinante y su mercadotecnia se riega como agua de rĂo para que en cuestiĂłn de minutos ya estĂ© bajada en miles y miles de telĂ©fonos. La fuerza del asunto es tan impactante que incluso ya el desarrollo de aplicaciones digitales es una carrera que se puede estudiar.
Esta Ă©poca de teclados, likes, perfiles, videos, matchs y palomitas de recibido replantea por completo hasta el más mĂnimo detalle de nuestras formas de ser, vivir, relacionarnos, enamorarnos y hasta de sufrir. El whatsapp controla nuestras relaciones y aparecen nuevos cĂłdigos con los que hay que aprender a lidiar.
Las redes sociales, o más bien Papá Facebook, cada dĂa tiene más que ver con más aspectos de nuestra existencia. Es que tener a media humanidad pegada a sus muros es cosa seria. En Facebook –que acapara 90% de toda la audiencia digital- trabajamos, vendemos, compramos, se mantienen las amistades, se expone al mundo nuestra vida y, ese es mi caso, nos informamos.
Mientras media humanidad, actuando como robots, abriĂł sus perfiles en Papá Facebook para comunicarse con los demás -casi Ăşnicamente a travĂ©s de esta vĂa- y para hacerle saber al resto lo felices que son, siempre se ha sabido que la red social se lucra con nosotros. Claro, Papá Facebook es la caja de pandora de la mercadotecnia más grande y prĂłspera del mundo. Sin mover un dedo, millones estamos inscritos en sus filas, abriendo nuestras vidas privadas, me refiero incluso a que develamos quiĂ©nes somos, quĂ© nos gusta y quĂ© no, quĂ© pensamos, etc.
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