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Glicked, el Barbenheimer que no será Foto: Especial
Carlos Andrés Mendiola

Aspectos que “Road House” conserva y que la hacen un éxito

La versión actual es ya el filme original más visto en menos tiempo en Prime Video con 50 millones de espectadores globales en dos semanas.

Carlos Andrés Mendiola

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@carlosamendiola

“Road House” es un éxito.

Sí, así de contundente y en todos los sentidos; aplica para la versión original, la de 1989, y la de 2024. La versión actual es ya el filme original más visto en menos tiempo en Prime Video con 50 millones de espectadores globales en dos semanas.

La primera es un clásico de culto; sí, fracasó en su momento, pero el paso de los años y el favor del público que la redescubrió en televisión y video le ha conferido el estatus que precisamente llevó a un remake.

“El duro”, como se le conoce a la película en español, va de Dalton, un cooler o responsable de enfriar una situación tensa en un bar. Sí, es una manera “cool” de llamarse a un responsable de seguridad, pero el término metafórico describe muy su función.

En ambas versiones Dalton es un tipo que llega a un bar (uno de carretera, de ahí el título) justo para cumplir dicha tarea en un pueblo donde las peleas se dan a la menor provocación. El obstáculo lo representa un rico del pueblo a quién le afecta la nueva dinámica. En la mezcla está una médico que ayuda a los heridos y además es el interés romántico.

La nueva versión cambia varios aspectos (desde antecedentes hasta locaciones, pasando por personajes y relaciones o conexiones entre ellos), pero conserva otras que sin duda han resultado esenciales para hacerla, esta vez, desde el principio, un éxito:

El protagonista contundente, pero zen

La versión de Dalton de Patrick Swayze (la original) sin duda puede considerarse como antecesora de la del Keanu Reeves de John Wick. El personaje no parece en ningún momento un riesgo físico. Es algo que incluso se menciona en varias ocasiones a lo largo de la película: “Para alguien que hace este tipo de trabajo, pensé que serías más grande”, le dicen.

Además de ello, Dalton es de pocas palabras, siempre va bien vestido, es callado y evita las peleas. Sí, quizás parezca una contradicción, pero no lo es.

Al final su trabajo es que no haya pelas, aunque deba pelear para ello. Por si fuera poco, en su tiempo libre se le ve practicando artes marciales de una manera muy zen (con movimientos lentos y meditados) o disfrutando del silencio y la naturaleza. Dalton disfruta de la paz. Eso sí, cuando hay necesidad, Danton no duda y le pone fin a la brevedad.

La versión de Jake Gyllehaal si bien no ahonda tanto en “su filosofía” si lo encuentra buscando evitarlas. En esta ocasión elabora mucho más en decisiones del pasado que han dejado una huella en el personaje y que explican su actuar, su temor.

Con intención de no hacer spoilers, se reduce muy bien a una frase que dice “sabes, es extraño. Alguien más me preguntó si hoy tenía miedo. Tengo miedo. Tengo miedo de lo que sucederá cuando alguien me presione demasiado… porque sé lo que pasará”.

El miedo de Dalton está en sí mismo, en su naturaleza. Esa lucha entre la emoción y la razón es muy humana y conecta con la audiencia porque al final (aunque no sea su intención o deseo) Dalton puede hacer lo que el espectador no. Es catártico.

El atractivo visual

Es curioso pensar que la versión de 1989 es mucho más explícita físicamente que la actual. En aquélla hay semidesnudos de mujeres y hombres. El propio Swayze muestra su trasero. Las escenas son breves, pero suficientes para lucir a las estrellas en una práctica muy usual en Hollywood y que en distintos niveles ha sido utilizada para atraer espectador.

Hay incontables ejemplos de filmes clásicos donde muestran las piernas de una actriz, su espalda o el torso desnudo de un actor. La nueva versión coloca la acción en un pueblo de playa. Es así de sencillo.

Sí, no mostrará más de “la línea”, pero tiene de manera constante mostrados los cuerpos de los actores por una siempre y sencilla razón: es playa; hace calor y la gente va con menos ropa. En especial, esta nueva versión “explota” los cuerpos masculinos.

Están el de Jake Gyllenhaal, desde luego, y el de Conor McGregor, luchador que hace su debut como actor, pero no son los únicos ejemplos. Una “máxima” del marketing indica que para vender un producto se requiere de “sangre, sexo y sudor” y “Road House” las tiene todas.

Una filosofía

Detrás de todo el atractivo visual y las pelas de “Road House”, de la violencia y el factor “cool” alrededor de ellas hay una filosofía que se expresa en sus tres máximas: “nunca subestimes a tu oponente. Espera lo inesperado. Dos, llévalo afuera. Nunca empieces nada adentro salvo que sea absolutamente necesario. Y tres, sé amable”.

Sí, en ello está hasta lo metafórico. Por ejemplo, la segunda refiere no sólo a lo que sucede en el exterior de una persona, sino a que esté en paz consigo misma (que en la primera versión Dalton ha logrado más que en la segunda). Está el que, ante todo, haya amabilidad, muy en la línea de aquella famosa frase que dicta “mano dura con guante de seda”. Más aún, Dalton comprende una verdad irónica (por toda la violencia y peleas que hay): nadie gana realmente en una pela.

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