Hace medio siglo, el 12 de octubre de 1968, el mundo se sorprendió con el despliegue de imágenes emotivas que se generaron alrededor del evento inaugural y el arranque de los Juegos Olímpicos de México 1968, que se desarrollaron en el estadio olímpico de la Ciudad Universitaria, en la capital del país.
Con este acontecimiento, México se colocó en el foco de atención de prácticamente todo el mundo y para lograrlo necesitó echar mano de todo un proceso de construcción de infraestructura y la creación de una marca país.
Para esta labor, el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, presidente del Comité Organizador de los juegos, dispuso de recursos federales para contratar al diseñador gráfico estadounidense Lane Wyman para desarrollar la identidad visual y logotipo de los juegos -existen opiniones que afirman que en realidad este diseño es de la autoría de Ramírez Vázquez-.
Se trata del diseño de tipografía curvada estriada que caracterizó a los juegos de México y se extendió -estilizado- al campeonato Mundial de Futbol de dos después en, en 1970. Lance Wyman también fue encargado de desarrollar la señalética que vistió a la Ciudad de México con las indicaciones acerca de la infraestructura deportiva urbana para quienes no hablaban español.
Ramírez Vázquez solía decir que una de las grandezas de este diseño radicaba en que también facilitó la comprensión de mensajes para una amplio sector de la población mexicana, que según datos del Inegi, en 1970 -es decir, dos años después- rondaba el 25.8 por ciento.