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El impacto que ha provocado los nuevos estilos de vida motivados por la tecnología, nos recuerdan la transformación a la que se enfrenta el mercado.
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Hasta 2018, el 62 por ciento de adultos dijo haberse tomado una selfie dentro de Estados Unidos, según estimados de YouGov.
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Tomarse una selfie se ha convertido en un acto comercial, impulsando desde ventas de maquillaje hasta dispositivos especializados en estas imágenes.
El impacto que han tenido las selfies ha llegado a extremos que nos hablan del poder que tienen los estilos de vida de los consumidores.
Un gran ejemplo de esto es la intervención que la firma Attika Architekten realizó en un edificio, reemplazando las gárgolas por emojis.
“Tenemos a todos esos jóvenes, y los emojis son una cosa de ahora. Los estudiantes se sientan en la plaza a almorzar, y se hacen selfies. Les gusta. Y con nuestra arquitectura queremos añadir pequeños detalles que vayan más allá de los edificios aburridos”, explicó la firma.
El efecto de las selfies
Las selfies no solo han modificado la arquitectura de edificios, también han detonado las ventas de productos como los maquillajes y tecnología especializada en estas imágenes.
Con esto en mente vale la pena recordar el papel que ha jugado el consumidor, cuando detona con una simple forma de tomar una imagen, una sorpresiva industria.
Pensemos en lo que ocurre con el segmento de maquillajes. Fabrizio Freda, CEO de Estée Lauder, reconoció en 2016 que las selfies motivaban la venta de estos productos.
Durante una entrevista para un medio financiero, Freda reconoció que el consumidor millennial se había hecho a la idea de comprar maquillajes, para mejorar la calidad de sus selfies.
Este gasto directo en productos de maquillaje es en función del momento con base en el cual se toman las imágenes.
Otro dato que se ha detonado con las selfies que se toman los consumidores es la tecnología especializada en estas imágenes.
Esto lo demostró ZTE con el selfie smartphone, un dispositivo con una cámara frontal de 35 Mpx.
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