-
Rige desde fin de 2019 un impuesto a la compra de dólares en Argentina
-
El tributo frenó la suba descontrolada de la divisa estadounidense, pero alteró el turismo emisor
-
Las marcas buscan aprovechar el turismo interno, fortalecido por el nuevo impuesto
En diciembre, a pocos días de asumir, el nuevo gobierno de Argentina liderado por el peronista Alberto Fernández comenzó a aplicar, luego de la aprobación de una ley en el Congreso, un impuesto del 30% a la compra de moneda extranjera, que afecta también a los pagos con tarjeta de crédito en el exterior.
Es una estrategia disruptiva para tratar de frenar la estampida que sufrió el dólar en los últimos dos años, durante el gobierno saliente del empresario deportivo Mauricio Macri.
En efecto, desde diciembre de 2017 a diciembre de 2019 el dólar pasó de 18 pesos argentinos a 62, un incremento del 264% que destruyó la economía, disparó la inflación y generó una fuerte baja de más del 25% del poder adquisitivo de la mayoría de los salarios, en especial de los sectores más vulnerables.
El impuesto, que se suma a una medida tomada por Macri antes de dejar el poder (el tope de hasta US$ 200 dólares por persona por mes para comprar divisa estadounidense), logró estabilizar, al menos por ahora, la moneda local. La idea es que esto permita frenar la inflación (trepó 55% en 2019) y ayudar a conservar las reservas del Banco Central.
Un daño colateral del impuesto es la merma de los viajes de argentinos al exterior, que ven que desde ahora todo lo que compran afuera cuesta un 30% más.
Es por eso que las marcas, sabiendo que muchos decidirán este enero quedarse a vacacionar en el país, están desplegando todo tipo de acciones de mercadotecnia.
La mayoría de las marcas están aplicando sus planes en las sierras de Córdoba y en la Costa Argentina, lugares donde se espera afluencia récord.
Por ejemplo, según le dijeron desde el HSBC a El Cronista, el banco internacional decidió “reforzar las plazas de Argentina y ofrecer descuentos y cuotas”. El HSBC incrementó la cobertura en las localidades costeras de Cariló y Pinamar y se sumaron rebajas del 20% y cuotas sin interés para diversos alquileres de sombrillas y otros productos.
El mismo medio relevó la opinión de Mariano Maldonado, director de Marketing de Grupo Campari, quien dijo, en cuanto a las acciones en Argentina, que “cambiará el nivel de intensidad porque entendemos cuáles son las variables macro que se pueden presentar y de qué manera visualizamos el nivel de actividad con respecto al turismo interno”. El directivo reconoció que saben que “habrá gente que, en otros veranos, elegía viajar al exterior y, ahora, lo hará internamente”.
En CCU, la segunda cervecera de Argentina detrás de Quilmes (de ABInbev), están balanceando más el presupuesto hacia el mercado local. “Antes, poníamos más inversión en Punta del Este (Uruguay); ahora, activaremos lo grande acá”, dijeron desde la compañía de origen chileno que maneja marcas como Schneider y Heineken. La campaña se centrará en el Sur argentino, en Córdoba, el Noroeste y en los carnavales.
En Quilmes, en tanto, se centrarán en Mar del Plata, Córdoba y en Buenos Aires.
Impuesto y otras leyes en Argentina
El impuesto al dólar fue parte de un mega paquete legislativo que incluyó una serie de medidas que abarcan una suba de impuestos, cambios en el cálculo de los aumentos a los jubilados y pensionados y un incremento en las alícuotas de derechos de exportación, un punto resistido por las grandes corporaciones agropecuarias.
La soya es el principal producto que Argentina exporta y su más relevante generador de divisas.
Los argentinos tienen una relación muy particular con el dólar. Desde hace casi 50 años, cada 8 ó 10, debido a malas políticas económicas de todos los gobiernos -del color político que sean-, la moneda estadounidense ha dado fuertes saltos, afectando la marcha de la economía.
Las sucesivas devaluaciones del peso han generado que los argentinos (y las empresas) desconfíen de su moneda y siempre busquen refugio en el dólar a la hora de ahorrar.
Su desproporcionada demanda cada vez que se comienzan a inestabilizar las variables macroeconómicas terminan con la oferta disponible, lo que hace que siga subiendo sin freno, erosionando las reservas. El dólar empuja la inflación y esta deteriora los salarios, espiralando los problemas.
De allí la decisión del gobierno anterior de colocarle un “cepo” o límite a la compra y, ahora, la del actual de cobrar, además, un impuesto.