Dos entrenamientos han costado carísimo a dos grandes del ciclismo. 

Amy Pieters nació en Países Bajos hace 30 años, es multi medallista tanto en campeonatos europeos como en campeonatos mundiales; compite tanto en ruta como en pista y verla pedalear es realmente sorprendente. 

Egan Bernal nació en Colombia hace 25 años y es uno de los ciclistas más exitosos y solventes del mundo. Primer latinoamericano en ganar la Tour de Francia y también flamante ganado del Giro de Italia.

Amy y Egan además de compartir el gusto por el ciclismo, el alto desempeño y el éxito en uno en cada una de sus ramas y categorías, comparten hoy el milagro de permanecer con vida después de aparatosos accidentes sufridos en sesiones de entrenamiento. 

El pasado 23 de diciembre, Amy se sufrió un accidente mientras se encontraba entrenando con su equipo en España, lo que le provocó la pérdida del conocimiento, el traslado aéreo al hospital más cercano, una cirugía y un coma inducido, del cual no ha despertado. 

Exactamente un mes después, el 23 de enero pasado, Egan se encontraba entrenando con sus compañeros del equipo Ineos en su país, intentando mejorar su desempeño sobre la bicicleta que utiliza en las pruebas de crono, cuando una combinación de elementos provocó que se impactara con la parte trasera de un camión de pasajeros, sufriendo diversas fracturas y una perforación pulmonar que lo enviaron de inmediato a la sala de urgencias. Después de varias cirugías, se encuentra estable, hospitalizado, intentando recuperarse. 

Ambos ciclistas han estado al borde de perder la vida. Más allá de pensar en volverlos a ver pedalear, los especialistas que los rodean se ocupan de que salven la vida y logren una recuperación lo más satisfactoria posible, sin secuela alguna.

Pedalear es una actividad de altísimo riesgo. Algunos que hubiéramos pensado que los ciclistas profesionales se encuentran lejos de la vulnerabilidad de los accidentes que sufren los ciclistas amateurs o aquellos que utilizan la bicicleta como medio de transporte, hoy nos queda claro que nos encontrábamos tremendamente equivocados. Los accidentes que Amy y Egan sufrieron nos obligan a reflexionar en qué condiciones entrenan los ciclistas profesionales. El dilema encuentra una frontera en la responsabilidad y la convivencia de dos actores: el ciclista y el automovilista. Entre otros argumentos, los ciclistas sostienen la necesidad de endurecer las sanciones para los automovilistas irresponsables; los automovilistas levantan la voz sosteniendo que las carreteras no son espacios donde los ciclistas deban circular.

Al respecto algunas preguntas que emergen: ¿No valdría la pena suspender el tránsito en horarios y rutas específicas para entrenar? ¿No sería momento de diseñar las sesiones de entrenamiento sobre rodillos con el apoyo de las aplicaciones como Zwift que permiten alto desempeño en entornos seguros? Urgente dialogar, definir e implementar.

Que Amy y Egan vuelvan a casa sanos y salvos, lo demás será extra.