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Fernanda Ramirez

AMLO y Proceso: el peor momento para atacar a la prensa

Lo que AMLO dijo la mañana de ayer hace que el reloj retroceda, justamente, a aquellos años en los que la libertad de prensa era más letra muerta que ideal alcanzado.

Desde tiempos de la Revolución Francesa, se sabe que la prensa libre es uno de los principales síntomas de una democracia sana. “Dime qué periodismo haces y te diré qué democracia tienes”. En México, ¿cómo responderíamos ante ese dicho popular?

Desde que asumió el poder en 2018, las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador han servido, entre muchas otras cosas, para dejar en claro qué medios de comunicación no le agradan al gobierno. Pareciera como si regresáramos a los tiempos priistas en los que Gustavo Díaz Ordaz se enojaba con El Diario de México por haber puesto su nombre —por error— debajo de la fotografía de un orangután o cuando José López Portillo dijo, sin mesura alguna: “no pago para que me peguen”.

Lo que AMLO dijo la mañana de ayer hace que el reloj retroceda, justamente, a aquellos años en los que la libertad de prensa era más letra muerta que ideal alcanzado. Por eso es preocupante que el titular del Ejecutivo se exprese abiertamente en contra de ciertos medios. Ayer le tocó al semanario Proceso por la contundente portada de su última edición, en la que aparece un cuerpo a punto de ser cremado sobre el siguiente encabezado: “Fase 3. La pesadilla”.

Lo digo sin temor a equivocarme: no hay peor momento para atacar al periodismo que el que estamos viviendo. Recordemos que la única manera de no caer en una psicosis colectiva es a través de la información.

Como hemos dicho, no es la primera vez que un contenido crítico al gobierno federal molesta a López Obrador. Ya antes lo había hecho con Reforma (y en repetidas ocasiones). Lo verdaderamente lamentable es que un jefe de Estado abone al encono social a través de reprobaciones sin argumentos que bien podrían tomarse como censura. Él dijo que no trataba de censurar a nadie (“prohibido prohibir”, en sus palabras), pero arremeter contra un medio de comunicación en cadena nacional desde el más alto nivel jerárquico del gobierno, inmediatamente deja muchas dudas sobre su supuesta defensa a la libertad de expresión.

El editor estadounidense Joseph Pulitzer —que bastante supo de poder y periodismo— no concebía la conformación de una República sin la libertad de prensa. AMLO debería estar consciente de ello. No es bueno para ningún sistema democrático —mucho menos en tiempos de crisis como los que vivimos— que un presidente asevere sin mayores argumentos que su retórica emocional que una de las revistas más respetadas de México difunde información sensacionalista.

Esto dijo AMLO sobre Proceso: “No, no, no. Si viviera don Julio (Scherer, fundador del semanario) se volvería morir. ¿Saben por qué lo hago? Se enojan mucho conmigo, pero siempre digo lo que pienso. Y también lo digo con todo respeto: ¡es Alarma! Aquella publicación de mis paisanos los Pagés…”.

Y agregó: “Lo siento mucho pero lo tengo que exhibir, es como metiendo un cuerpo (…) a un crematorio… miren eso (dijo, señalando a la pantalla) me va a decir que es censura ¡No! Y ofrezco disculpas, pero no lo puedo omitir. Ahora sí, rienda suelta al análisis ¿está bien? ¿Es libertad de expresión por encima de todo, sin escrúpulos morales, sin ética?”.

Yo lo que puedo decirles —en realidad cualquiera que lleve años en la industria periodística de este país podría decirlo— es que don Julio Scherer se hubiera sentido sumamente orgulloso de esa portada. No sólo por su vocación crítica, sino porque él tenía una máxima cuando trabajaba en el frenético mundo de las redacciones: “Las notas que más me gustan son las que me dicen que no se pueden publicar”.

Y es que a veces al presidente se le olvida que los periodistas están para hacer periodismo, no relaciones públicas.

A nosotros como ciudadanos nos corresponde seguir haciendo caso, sí, de las voces oficiales de las autoridades sanitarias, pero también es obligación nuestra informarnos por vías no oficiales. El periodismo, recordemos, existe para arrojar luz donde otros quieren sombras. Empecemos por combatir las fake news y dejar en el olvido aquellos contenidos tergiversados que sólo contribuyen a teorías conspiratorias o psicosis colectivas. Necesitamos elevar el nivel del debate público. Informémonos. Escuchemos lo que dice López-Gatell, pero después contrastemos eso con lo que dice uno, dos, tres o más medios. Las opiniones de AMLO no son decretos. Y la prensa será tan libre como quiera en la medida en que los ciudadanos se forjen un criterio independiente.

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