Para nadie es un secreto que la bancarización de la población es un indicador clave que para mantener el bienestar económico de cualquier región. Más personas en la banca es un indicador de salud financiera y dentro de la cadena de valor.
En diversas investigaciones, los reconocidos economistas Era Dabla-Norris y Narapong Srivisal han argumentado que la inclusión financiera es capaz de disminuir la volatilidad del crecimiento económico, las inversiones así como el aprovechamiento de los recursos a favor de mejores y mayores indices de productividad.
No obstante, alcanzar niveles de penetración adecuados en la materia dentro de mercados como el latinoamericano no es asunto sencillo. Cifras publicadas por el Global Findex destacan que hasta 2014, sólo el 51 por ciento de la población en Latinoamérica manejaba alguna cuenta bancaria. La cifra es relevante si se considera que, de acuerdo con la OCDE, los países más desarrollados alcanzan un porcentaje de 94 por ciento. En México, según datos de la Encuesta de Inclusión Financiera del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que el 49 por ciento de la población no utiliza ningún tipo de crédito, al tiempo que el 24 por ciento pide préstamos de manera informal y solo el 18 por ciento se apoya de instituciones financieras en este tema.