Por: Alex Castañeda
Twitter: @elaprendiz55
Esa imagen, tan popular en las películas, donde podemos observar al protagonista -un escritor de novelas desesperado- pasmado frente a una hoja en blanco metida en una máquina de escribir, siempre ha sido equivocada. Esa escena que tiene la misión de darnos a entender que, “la inspiración se ha marchado”, no puede ser más falsa.
Todos los que escribimos sabemos que, mucho antes de generar una hoja en blanco en el procesador de palabras, habríamos ya de tener una idea bastante clara de aquello que queremos trasmitir. Sin embargo, cosa rara, esto si parece haber pasado con Apple Corp. y su jefe ejecutivo Tim Cook, cuando, hace unos días lanzaron al mercado sus “nuevos” productos. Pareciera que las musas se alejaron de #1 Infinite Loop, Cupertino 95014 California USA.
Todos sabíamos, desde el inicio, que Tim Cook (jefe ejecutivo), no era Steve Jobs y, creo que todos hoy sabemos que Jon Ive (VP senior de diseño) fue brillante en la medida que Jobs fue exigente con él, aunque sigue siendo brillante, no está ya acicalado por Jobs. Aclaro que a nadie quito mérito. Has de saber que soy un devoto entusiasta (fan boy) de la empresa de la manzana, sin embargo, la imagen de Cook y su “entourage” recorriendo de lado a lado el escenario en “jeans y camisa suelta” -como lo hiciera Jobs en su momento- me chocó. Fue percibida, al menos por mí, como desprovista de “magia” y “encanto”. Les sentí “acartonados y repetitivos”… por decir lo menos. Una obra de teatro con miles de representaciones… cansa.
Cuando lees un libro, cobras una cierta intimidad con el personaje principal. Lo conoces y sientes su persona cerca de ti; te internas en su mente, sus sufrimientos y sus anhelos. Cuando te bebes el libro de Walter Isaacson sobre Jobs, ese sentimiento se apodera de ti en igual medida. Sientes a Jobs un poco tuyo y entiendes (no tanto perdonas) sus angustias, enojos y obsesiones. La fuerza del hombre ente los retos te estimula, las geniales salidas ante situaciones controversiales e ilegales te sorprende, su irrefrenable inventiva, creatividad y ojo analítico para los detalles, te subyuga.
Los fabricantes asiáticos, ancestralmente proclives a la “ingeniería en reversa”, afilaban el lápiz cada vez que Jobs -y su equipo- lanzaban un producto exitoso al mercado. Estuvieron siempre atentos al pre-conocimiento, por cualquier medio posible, de los misterios allende las blancas paredes del “campus apple” donde Jobs, año tras año, cocinaba sus artilugios junto a Ive y muchos otros. Los diseñadores de estas empresas, seguidores de tendencias, más no necesariamente creadores de nuevos paradigmas de diseño, con infinita paciencia, hacían los planos de manufactura que darían a luz productos similares o idénticos, a menor costo y menor calidad, haciendo estallar, a la larga, endemoniadas y costosas guerras legales sobre patentes y derechos comerciales ultra-nacionales.
Hace unos días, con tristeza atestigüé, como esos artilugios, dejaron de ser lo que eran. Pude observar, con melancolía, como lo presentado ¡y como fue presentado!, carecía de ese halo de magia y arte que antes tenía… en aras creo, de perseguir, ahora, a aquellos competidores que antes les perseguían para robarles las ideas mostrando productos mas bien parecidos a las crayolas del kinder que a los futuristicamente elegantes productos Apple. Sólo espero que esta caída de creatividad no sea un cáncer que haga metástasis en los equipos de cómputo de la empresa. Comprendo que cuando se innova, la barra se alza cada vez mas alto, pero ese es el precio de ser el número 1.
Creo que Tim Cook es ese personaje de película frente a la pantalla en blanco sin saber mucho que escribir o hacer, mordiéndose nervioso las uñas. Me pregunto sí Jobs se habrá llevado con él las musas cuando partió. Ojalá y no y, espero, la empresa recuerde que su misión no es seguir a otros. Su destino es romper paradigmas, ir por delante, innovar y sorprendernos ¡año tras año! con sus elegantes, bien construidos e ingeniosos artilugios que hacen la vida mas placentera, bella y… cool.
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