Si me has leído (cosa que agradezco de verdad), sabrás que mi periódica aportación en esta ciber-revista está construida de expresiones (más bien) prácticas y a veces, no muy breves pero siempre con aspiración de proveer utilidad a mis colegas de medios, academia, mercadotecnia y amigos que me leen. Tiendo a personalizar mis entregas inclinándome hacia los temas tecnológicos de consumo, a los estilos de vida asociados a esas tecnologías y, a las tendencias mundiales que transforman ámbitos… sin dejar de lado -por supuesto- el análisis de comportamientos sociales salpicados de infusiones digitales. Me cuesta trabajo ocultar mi enorme interés en el “Presente” cuando éste vislumbra el “Futuro” y perfila cambios en las personas. Creo sin lugar a dudas que la “Singularidad” a la “Ray Kurtzwail”, “está cerca”. Sospecho que la tecnología nos hará libres a todos si la usamos como debe.
Sin embargo, sí a lo largo del tiempo realmente me has seguido -nota a nota- seguramente encontrarás escollos para navegar ésta que hoy, sin anestesia, te expongo misma que parece ir a contrapelo con lo anteriormente escrito aunque… podrás encontrar, sí toleras mi narrativa, que no es así.
El “Tiramisú” es, como postre, delicioso acompañado de un expreso doble y, el “Hot Fudge” de chocolate, un pedazo de cielo en cualquier lugar de la tierra. Sin embargo, eso no significa que su ingesta recurrente represente un beneficio a la salud ni sustituya tu alimentación nutricional. Lo mismo pasa con todo incluyendo la tecnología de consumo. La constante entrega de tiempo dedicado a lo que más nos plazca y atraiga, como las redes sociales y la comunicación a distancia, no necesariamente llena nuestra existencia de nutrimento intelectual y razón de ser. Ya lo decía “John Lennon”: “La vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Seguro habría agregado: “la vida es aquello que pasa mientras estás en Facebook”. En ocasiones estas tecnologías digitales nos arrastran a crear ausencias en el mundo real y/o causan terribles molestias al prójimo. Necesitamos un “detox”.
¡NO TE ASUSTES!, No pretendo moralizar más de lo que ya se ha hecho sobre el particular. ¡No, no te estoy enviando un e-mail de cadena. Más bien quisiera compartir algunas experiencias y reflexiones que nos pueden ayudar a buscar una desintoxicación mental del empacho digital en que vivimos. ¿Por qué?, sobran los ejemplos:
Arrellanado cierto día, café y libro en mano en un sillón del área lounge de un hotel, algo sucedió que me dio la primera clave de que algo andaba mal. Cerca de mi, otras personas hacían lo mismo o charlaban con tranquilidad, principalmente de negocios. El ambiente profesional propio de un lounge ejecutivo era prometedor para pasar una tarde cuya mañana había sido intensa de trabajo. Justo cuando abría la página, un fuerte y salsero “ring-tone” me sacó de la lectura interrumpiendo a muchos otros de sus asuntos. Lo qué de ahí siguió seguramente ha sido atestiguado por muchos de ustedes. Alguien sosteniendo una conversación celular ¡a todo pulmón!, recorría de arriba a abajo el salón para desgracia e incomodidad de todos. Huelga decir que su conversación no era de la incumbencia de nadie, sin embargo, esta persona no lo veía así. La tortura prosiguió por al menos veinte minutos más. En restaurantes, hoteles, hospitales, cines, teatros y transportes públicos, muchos somos constantemente sometidas a invasiones de privacidad como estas. Que intoxicación.
