España.- Puede que parezca muy lógico que llamar a las casas para realizar ofertas comerciales antes de las nueve de la mañana y después de las nueve de la noche, o durante fines de semana y días festivos, es invasivo e irrespetuoso para con la vida privada, sin embargo en España el tema del acoso por parte de las empresas con estrategia comercial telefónica, aún tiene mucha tela que cortar, si bien esta nueva regulación avanza en el sentido adecuado.
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No se trata de castrar las libertades comerciales, pero el respeto a los consumidores, por parte de numerosas empresas, parece inexistente cuando, a pesar de estar incluso adherido a instrumentos como, la Lista Robinson, un servicio de exclusión publicitaria gestionado por la Asociación Española de la Economía Digital, llaman a los usuarios sin su aprobación y en reiteradas ocasiones
De hecho, el tema está más relacionado con hacer cumplir las normas que con establecerlas, pues éstas existen, al definir que el spam telefónico en España está prohibido por la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal en cuyo artículo 29.2 se califica de práctica desleal, lo que se traduce en ilegal y sancionable, el: “realizar propuestas no deseadas y reiteradas por teléfono, fax, correo electrónico u otros medios de comunicación a distancia, salvo en las circunstancias y en la medida en que esté justificado legalmente para hacer cumplir una obligación contractual”.
A esta normativa se le suma la nueva Ley de Consumo, que prohibirá las llamadas telefónicas de acoso, entre las 21.00 horas y hasta las 9.00 horas, durante los días de semana, mientras que serán prohibidas en su totalidad durante los fines de semana y los días festivos, una iniciativa que será aprobada con competencia legislativa plena en la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales de la Cámara Baja durante los próximos días.
Falta esperar a que se garantice su cumplimiento y se apliquen las sanciones correspondientes si este no se cumple, pues el abuso de esta estrategia de telemarketing, con su molestia al consumidor termina siendo contraproducente para las empresas que lo aplican.