Santiago, Chile.- Debo haber tenido 14 años cuando descubrí el marketing de guerrilla. Entonces no conocía el término y estaba lejos de analizar algún aspecto de la industria, pero me llamó la atención, tanto que se convirtió en uno de los recuerdos imborrables de mis veranos adolescentes y lo he traído a mis columnas en más de una oportunidad, por distintas razones. Es el caso del “manicero gay”.
Por esos años, Constitución, se había convertido en centro de la polémica al permitir que se instalara CELCO, una gigantesca planta de celulosa que transformó el balneario en una gran cazuela con aroma a repollo tibio. Así las cosas, el tradicional comercio del maní (cacahuate) en las playas, estaba decayendo por la baja de turistas y los maniceros veían disminuir su fuente de ingresos. Entonces, uno de ellos marcó la diferencia.
Vestido con gorra y delantal blanco, se paseaba por la playa moviendo los brazos con un aleteo particular. Luego se ponía a gritar su producto, pero lo hacía de tal forma que no quedaba duda de que era homosexual (claramente una caricatura). “Haaay máni…maní tostaaah…haaay máni….maní confitah” decía a voz en cuello y cuando alguien lo llamaba, respondía “¡Voy volando, mi negro!”. Entonces, al comenzar su transacción, utilizaba su mejor voz grave para despejar dudas.
Cabe señalar que hablamos de los años ochenta, época en que el tema de la diversidad sexual no era ni siquiera mencionado en el interior de las familias en una conversación de sobre mesa, por lo que la caricatura inventada por este comerciante constituía todo un riesgo. Sin embargo, la curiosidad siempre ganó al prejuicio y el personaje tuvo mucha aceptación. Hace algunos años fue incluso entrevistado por Don Francisco en su programa internacional, a modo de ejemplo de cómo había sobrevivido el oficio de este hombre en las playas del país.
El marketing de guerrilla ha existido siempre y va de la mano de dos factores: falta de recursos y creatividad. Y aunque el primero no debiera ser necesario, resulta a veces un importante motor para generar las ideas. El caso del “manicero gay” me parece emblemático para un tiempo y una situación determinada, pero a la vez me hace pensar en un punto importante para el marketing y la publicidad: si tenemos ideas, siempre tendremos recursos.
Todos llevamos un “manicero gay” dentro, es cosa de dejarlo salir.