Internacional.- “30 horas de trabajo y aún me mantengo fuerte” fueron las últimas palabras que escribió la redactora creativa Mita Dirán en Twitter, como un llamado de auxilio. “No tengo una vida. Por favor que alguien me lleve a tomar unos tragos” había tuiteado poco tiempo antes. Dos días después falleció. Y aunque las redes sociales culpan del deceso a la agencia de publicidad por exigir que terminara un trabajo urgente, las razones parecen haber sido otras. Pero las redes lograron alarmar al mundo sobre la situación.
De acuerdo al diario El Comercio, la joven de 24 originaria de Yakarta, Indonesia, trabajaba en exceso y para conseguirlo, consumía una conocida bebida energética local. Como no tenía escapatoria a sus obligaciones, utilizó Twitter y Tumblr para hacer catarsis. Pero no fue suficiente. Después de aquellas 30 horas de trabajo seguidas, la chica cayó en coma y murió.
Ante un caso como este, nos cuestionamos por todo lo que implica. ¿Son las redes sociales un medio suficientemente potente para generar cambios? ¿Habría servido de algo que la gente hubiese hecho un llamado de atención a los medios o a los servicios médicos antes de que sucediera la tragedia? ¿Cómo filtrar toda la información que recibimos de innumerables cuentas que seguimos en la red, para hacer más “sociales” las redes sociales?
La gente sigue teniendo vida, aparte de su actuación virtual, pero vincula esta última con tanta fuerza a su realidad, que a veces tiende a confundirla. Este y otros acontecimientos similares nos recuerdan que, más allá de las millones de palabras que se escriben día a día en la red, están las personas y que las herramientas digitales son cada vez más importantes, pero que no reemplazan a otro ser humano cuando se lo necesita realmente. Probablemente, si Mita hubiese compartido cara a cara con otra persona lo que sucedía, todavía estaría viva.