Seguro no les tengo que contar la historia que Oscar Wilde escribiera el 20 de junio de 1890 y que causara tanto revuelo, sin embargo, para aquellos que no la hayan leído o visto en cine, ésta, narra la vida del joven y guapetón Dorian Gray mismo que fuera pintado en Londres por un famoso artista de la época llamado Basil Hallward y cuya lienzo, para sorpresa de Gray, envejece por él. Esto es, en vez de envejecer Gray con los años, envejece su imagen en el lienzo. Es la imagen la que va quedando obsoleta y avejentada, lo cual hace que Gray oculte el lienzo en el desván.
Pero ¿qué me trae a cuento esta historia antigua?, pues que he notado, cada día mas, una creciente nómina de personas que se lanzan al mundo social y profesional con simplemente crear una cuenta de correo (en uno de los tantos sitios para ello) o tener un número celular. Pero, ¿qué tiene esto de malo? No, pues nada y… en realidad… TODO. Me explico: Nada, si se es una ama de casa que quiere escribirse con sus amigas, o un anciano abuelo que quiere escribirse con sus cuates, hijos y nietos y/o, un estudiante que necesita una cuenta de correo para echar novio(a) y/o recibir información de sus redes sociales. Pero, tiene TODO de malo, si eres una persona inmersa en el mundo actual de los negocios a la velocidad de la luz y andas, como yo, en busca de oportunidades y necesitas tener UNA IMAGEN concordante con el negocio que quieres empezar o en el cual te encuentras activo. Para ello, requieres de tener una fachada digital consistente con ese negocio.
Aquí en San Diego donde radico, hay constantemente eventos profesionales originados y administrados por las cámaras de comercio. Estos eventos llamados “mixers” tienen como objetivo el juntar profesionales de campos varios a fin de que éstos hagan negocio entre si. La rutina clásica es el intercambio de tarjetas de presentación con: nombre, correo electrónico, página web, dirección y números telefónicos.
Pues resulta que estaba en uno de ellos y, como era de esperarse, una persona de bienes raíces me aproximó abriendo charla sobre su negocio dejándome, al final, una tarjeta conteniendo sus datos. El correo electrónico era, nada menos que: [email protected]. ¿Gmail? ¿Un hombre de negocios que me juró que su experiencia era de muchos años y sus clientes se extendían por una milla, tenía como administrador de correos un “gmail”, comercial abierto y… sin costo? ¿Podría yo creerle todo aquello que me dijo?
En recientes fechas, en uno de mis viajes a Monterrey, México, me fue presentada una persona que, según mi interlocutor, era “excelente instructor corporativo con años de experiencia que sería bueno contratara para mi compañía de educación”. Charlé con él notándolo experimentado y capaz. Al final, me dio sus datos contenidos en una tarjeta y,¡oh sorpresa!, su correo era, ¡nada más y nada menos! que: [email protected] ¿Hotmail? ¿Otra vez? ¿Sin dominio y página web? y, para colmo, el teléfono corporativo era, ¡un número celular!.
¿Es malo hacer negocio por un teléfono celular…? NO, claro que no, pero, no hace imagen, ya que cualquier persona, profesional o no, puede tener ambas cosas y haberlas obtenido minutos antes de una cita. Estas dos personas representan muchas otras que me encontrado en la vida profesional.
Pensé, ¿es un problema de dinero o percepción de la imagen digital propia? concluyendo que debería ser un poco de todo, sin embargo, más hacia la falta de inversión necesaria para desarrollar una buena imagen profesional por desconocimiento ya que, “un dominio web” y por ende su página web y las direcciones de correo resultantes, en nuestros días, es extremadamente económico. Noté, en ambos ejecutivos (y muchos otros que he encontrado) esa falta de inversión en identidad que hace palidecer cualquier esfuerzo que se haga “cara a cara” (en un mixer o en una entrevista) para proyectarse como profesionales sólidamente formados.
¿En que se parecen estas dos personas al personaje de Oscar Wilde? Pues en el hecho de que la verdadera imagen era obsoleta, avejentada, trillada y “barata”. Si, me gustaría insistir en la palabra: “barata”, ya que la imagen de una persona, en esta era digital construida en basa a elementos “sin costo”, algunos provenientes de las redes sociales como Facebook o LinkedIn y por supuesto, de los manejadores de correo abiertos, es un indicador de falta de inversión en dinero y tiempo para el logro de “una auténtica cara que garantice solidez y trayectoria”. ¿Es acaso mucho pedir hacer las cosas de entrada bien?
Al igual que la pintura de Dorian, muchas personas (sobre todo profesionistas independientes) han dejado envejecer su imagen quedándose ésta fuera de contexto y, lo han hecho, según yo, por desidia y mal entendidos ahorros de inversión en una sólida identidad corporativa holística. A diferencia de Dorian Gray, ellos no pueden, en este mundo de negocios, dejar en el desván el lienzo de su verdadera imagen… va con ellos.