El Maratón de la CDMX 2023 es una edición que será recordada más por el escándalo posterior al mismo, que por la victoria del boliviano Héctor Garibay. Es una tristeza. Para los que no están enterados, se los comento: se dio a conocer que miles de corredores no tienen registrados algunos tiempos parciales por lo que se puede pensar que no realizaron la distancia oficial del recorrido.
Todo tomó dimensiones mayores cuando algunas cuentas en medios sociales “expusieron” a lo que ellos denominaron “tramposos” tras verificar publicaciones en los mismos medios digitales, comparar contra los datos de la competencia y percatarse de que algunos no habían registrado tiempos en los puntos de control, asumiendo casi “de facto” que quien no tuvo un tiempo parcial hizo trampa.
Vayamos por partes.Respeto demasiado el maratón, he corrido dos y he tenido que aplazar uno más por el mismo respeto que le tengo (eso ya es otra historia), trabajo en la industria deportiva y también conozco el impacto mediático y mercadológico que este tipo de competencias puede tener, y desde ahí, trataré de compartir mi opinión.
Hacer trampa está mal y en su definición implica “un plan que tiene como fin engañar a otra persona”. Hay que ser claros, no todos los que no tienen tramos completados significa que hicieron trampa. Conozco de primera mano, situaciones que hacen que una persona no complete los tramos, desde decisiones deliberadas (como usar el evento como preparación para otro) hasta temas técnicos donde no se registra la cronometración al pasar por el punto de control. Cada quien su situación.
Si alguien decide, evitar tramos, saltarse unos kilómetros y después presumir su maratón colgándose la medalla es muy su tema. Si, está mal, pero en realidad no perjudica físicamente a nadie, no daña ni perjudica más allá de lo ético y moral a las demás personas.
El primer engañado es la persona que lo hizo. Sentirse afectado seriamente por una situación así, me parece exagerado y alarmista. Peor aún, “ventilarlo” en medios sociales es una flagrante viollación de los principios de presunta inocencia y de privacidad de datos sensibles que cualquier ciudadano tenemos derecho. Esta actitud de ser adalides de la justicia y la verdad se vuelve nociva y tóxica cuando se crea una dilapidación pública.
En afán de “preservar los valores del deporte”, quienes señalan y acusan publicando en medios sociales, también cruzan una línea ética y moral de la misma forma que los que deliberadamente hayan decidido saltarse el recorrido y colgarse la medalla. Incluso, manteniéndonos en el ámbito personal, esto es un poco peor porque puede rayar en temas como difamación, pero por lo menos es un uso indebido de datos personales. Con esto no justifico ninguna trampa, pero se tienen que señalar las cosas como son.
Ahora bien, hay otro nivel de afectación: la organización del evento. Y creo que es aquí dónde debemos enfocarnos un poco más: son ellos quienes deben garantizar que las condiciones estén dadas para que todo se realice de buena forma y que la competencia sea justa. Son ellos quienes deberían detectar los casos sospechosos, verificarlos y actuar en consecuencia. La calidad del producto-deporte que ofrecen es responsabilidad de los mismos y en este caso es el Gobierno de la CDMX quien debería hacer lo necesario para inhibir estos comportamientos y no lo debería de hacer un grupo de “vigilantes”.
Parte del éxito de un maratón, en términos de organización es la tasa de corredores que lo completan y existe en el ambiente una sensación de que el Maratón de la CDMX es un tanto “populista” en el sentido de que los incentivos para participar en él hacen proclive a la gente a participar y realizar conductas inapropiadas o incluso ponerse en situación de riesgo.
El costo de inscripción para el Maratón de la CDMX es ostensiblemente más bajo que muchos otros maratones lo cual da la percepción de accesibilidad por lo que se invita a participar incluso a quienes no estén debidamente preparados para ello. Total, no pasa nada, no pierdo tanto si no lo completo. Hay más aún, si bien me parece una gran idea la revaluación que ha tenido el Maratón de la CDMX, lo que se vivió también es el fruto del lado negativo de esas que también aplaudimos en su momento: tener una secuencia de medallas que coleccionar (las famosas letras de la palabra México) o ahora para unirlas y recrear la ciudad. Sin duda, unas grandes piezas de conexión emocional desde el punto de vista de mercadotecnia, pero también una invitación, sin querer, a quien por alguna lesión o por otra situación particular, no pueda hacer la distancia completa y decida no perder la oportunidad de completar su colección. En algunos casos, lo que tanto elogiamos por un lado, nos juega mal por otro y es que, si, todos partimos con la confianza que seremos honestos. Estoy seguro que nadie pensó en que esto podría ser un efecto colateral.
En estos casos, lo mejor es mirar otros maratones y tomar lo que pueda aplicar al caso de la CDMX. Por ejemplo, el maratón de Boston es organizado por una asociación atlética, el de Berlín es organizado por una empresa privada, lo mismo el de Londres, el de Nueva York por una asociación de corredores, y si le buscamos veremos que la regla es que entes ajenos a los gobiernos son los que mayoritariamente organizan este tipo de eventos. ¿Qué pasa cuando no es el gobierno? La inscripción promedio tiene un costo superior lo que hace que se genere un proceso de decisión de compra más complejo y con ello automáticamente se reducen las posibilidades de tomarse a la ligera el evento con muchos beneficios adicionales.
También, esto permite a los organizadores contar con más recursos para garantizar la mejor experiencia posible para los participantes, pero también, más recursos para garantizar una competencia lo más justa posible. También seamos honestos, si te molesta que hayas quedado en el lugar 923 de tu categoría y que un “tramposo” llegó en el 658, creo que también hay que revaluar algunos conceptos de competitividad porque si no eres un atleta élite que va por el incentivo económico, los demás están compitiendo contra otra cosa y no necesariamente contra los demás. Para muestra, el Maratón de los Marine Corps en Washington, que al no tener un premio económico suelen haber ganadores que típicamente no lo hacen en los otros tipos de eventos (también los tiempos son muy distintos).
Estoy seguro que está opinión no será popular, pero es mi aportación al tema. De alguna forma, todos tenemos que poner nuestro grano de arena. Si, para preservar los valores del deporte y que el espíritu deportivo prevalezca, pero al mismo tiempo, esos mismos valores nos exigen comportarnos a la misma altura en cualquier índole de la vida. De tal forma, que entre los que deliberadamente hicieron trampa como los que de manera premeditada señalan culpables y publican datos personales no hay mucha diferencia. La reflexión debe ser para todos. El Maratón debe sacar lo mejor de nosotros, no lo peor.