El pasado fin de semana cobró cierta relevancia en redes sociales, el reclamo que un comentarista deportivo hizo, al exitosísimo piloto mexicano de Fórmula 1 Sergio Pérez.
El reclamo público, exponía una presunta falta de cortesía del piloto, hacia el primogénito del comentarista, ante la negativa del primero para acceder a fotografiarse con el segundo.
El comentarista deportivo narró cómo su hijo esperó pacientemente a que el piloto mexicano concluyera de comer con familiares, para abordarlo a la salida del restaurante en el que se encontraba. Se presume que cuando el niño solicitó al piloto la fotografía, éste la negó con el pretexto de estar compartiendo tiempo con su familia, causando desilusión en el infante.
En términos generales, no se puede acusar de grosero o maleducado al piloto. Decir no ante una petición con la que no se está de acuerdo, no merece tal categorización. Por otro lado, el menos responsable de la situación ha sido al niño, quien ha sufrido cierto rechazo y se ha quedado sin fotografía.
Se cree, que por el hecho de ser conocido públicamente, se debe acceder en todo momento a peticiones como ésta. Por lo mismo, para ciertas figuras públicas, se vuelve imposible poder ocupar algún espacio público dada la enorme cantidad de demandas que reciben de la gente.
Algunas voces críticas sostienen que las grandes figuras públicas se deben justamente al público; a todos aquellos seguidores que de una u otra forma participan del espectáculo. Esto es parcialmente cierto, en mayor o menor medida, con respecto al tipo de figura pública de la que se hable.
En el caso específico de Sergio Pérez, su éxito se debe principalmente a sus resultados, producto de la constancia, la concentración, y el alto desempeño que ha registrado y mantenido a lo largo de muchos años. Es todo eso lo que lo hace atractivo para el público y por ende para los patrocinadores.
Intuyo que la actitud del piloto es una constante, en aquellos momentos y espacios en los que intenta practicar una vida privada. Ese comportamiento no hará mella en su exitosa carrera, pero sí defraudará a unos cuantos niños y adultos que le guardan admiración y que con un poco de cortesía, podría obsequiarles felicidad.