Las relaciones públicas son un trabajo que evoluciona constantemente y se transforman a la par que cambian las sociedades y las personas.

El ejercicio de nuestra profesión tiene un propósito, a saber, crear vínculos de confianza entre las personas y las organizaciones a través del diálogo. Este propósito va a implicar, entre otras cosas, ayudar a las marcas y las empresas a ser más valiosas y responsables que rentables.

Esto no quiere decir dejar atrás los objetivos de negocio sino que hoy, más que nunca, las marcas necesitan mostrar cercanía y preocupación por sus públicos que cada vez más eligen a aquellas que están comprometidas con la comunidad, las causas sociales, el medioambiente, las condiciones laborales de sus colaboradores y su salud, entre otras tantas cuestiones que hoy son claves a la hora de evaluar el desempeño de las empresas.

En este sentido, no hay dudas que la imagen de las organizaciones se ha convertido en un activo cada vez más vulnerable ante un público cada vez más informado y, por lo tanto, más crítico y exigente que fácilmente detecta cualquier paso en falso y lo expone apoyado en la inmediatez y la viralización que ofrecen las redes sociales. Con este panorama es clave que las empresas desarrollen una actitud y una comunicación proactiva y no oportunista, dispuestas a la escucha y a solucionar problemas.

Este punto se vuelve fundamental si tomamos en cuenta que, actualmente, la abundancia de información implica que las personas hagan una lectura diferente de la comunicación que ofrecen las marcas. Por eso, para que estas puedan apoyarse en valores sociales o ecológicos, primero deben demostrar coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Si eso no impregna toda su cultura, el compromiso no se tomará como auténtico por parte de los usuarios consumidores que lo verán como otro argumento más de venta.

Lo anterior pone de manifiesto que hoy, más que nunca, sensibilidad, entendimiento y empatía son las características que más valoran las personas a la hora de vincularse con marcas u organizaciones, motivo más que suficiente para construir lazos sólidos de confianza y compromiso con el fin de lograr la consideración de los públicos y generar una conexión con ellos, a largo plazo. Ahí es donde entra en juego todo el potencial que tienen las relaciones públicas para desarrollar e implementar las estrategias comunicacionales destinadas a alcanzar esos valores.

Esto deja claro que, a pesar de que no siempre nuestra profesión ocupa el lugar que merece, es innegable que es y seguirá siendo vital para cualquier organización. El valor de sus resultados no se refleja de inmediato en dinero sino que está más ligado a beneficios y efectos a largo plazo como el cuidado y la protección de la imagen de la empresa, sus comunicaciones y las relaciones que construye con la prensa y sus audiencias, lo cual se traduce en un atributo clave para el mundo actual: la credibilidad.

En definitiva, el desafío que hoy enfrentan las PR no es únicamente adaptarse a la incertidumbre permanente o al acelerado cambio tecnológico que para muchos amenaza con reemplazarlas, sino en qué hacemos y cómo enfrentamos esos cambios que no se detendrán. Porque para marcas y empresas, seguiremos siendo un activo clave a la hora de gestionar e implementar las estrategias que permitan conciliar la construcción y consolidación de vínculos de confianza, relevancia y compromiso necesarios para las organizaciones éticas y responsables, con la transparencia, la inmediatez y las demandas de un público que se encuentra en evolución permanente.