Por Alan Campos
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Si hay algo que he aprendido del mundo del marketing y los negocios es que cualquier espacio donde se pueda poner el nombre de tu marca es el espacio ideal, no importando cual es que Ć©ste sea; una barda, en ediļ¬cio, un autobĆŗs, o incluso el cuerpo de una mujer embarazada.
En el mundo de los deportes no es diferente: cada ļ¬n de semana vemos a los jugadores saltar a la cancha con playeras Ź»plagadasŹ¼ de patrocinios, pero no sĆ³lo eso, ademĆ”s estĆ”n los miles de anuncios que van rotando en las vallas elĆ©ctricas a los costados del terreno de juego. Sin embargo, un medio que ha tomado fuerza en los Ćŗltimos aƱos y que es bastante atractivo y efectivo es vender los ānaming rightsā de los inmuebles deportivos, situaciĆ³n a la que en MĆ©xico no se le ha sacado el provecho adecuado.
Por ejemplo, #os Texans de Houston de la NFL vendieron los naming rights de su casa, el Reliant Stadium, por 300 millones de dĆ³lares por los prĆ³ximos 30 aƱos a Reliant Energy. Pero Ć©ste no es el Ćŗnico ejemplo en Estados Unidos, ya que en la vecina naciĆ³n la mayorĆa de los inmuebles deportivos cuentan con el patrocinio de una marca. De hecho el 69 por ciento de los equipos profesionales han vendido los derechos de sus estadios en dicho paĆs (90% en la NHL, 79% en la NBA, 57% en la MLB y 50% en la NFL).
Vender los derechos de nombrar a un estadio con una marca es una prĆ”ctica relativamente nueva (pese a que en Estados Unidos hay algunos casos de principios del siglo pasado como el Fenway Park en Boston o el Wrigley Field en Chicago) la cual recientemente comenzĆ³ a expandirse por Europa, en Inglaterra puntualmente, con el cambio de nombre del City of Manchester Stadium a Etihad Stadium, venta que signiļ¬carĆ” un ingreso de 400 millones de libras para el City por los prĆ³ximos 10 aƱos, o el Emirates Stadium del Arsenal que tendrĆ” dicho nombre hasta el 2028.
Sin embargo, cuando llegamos a MĆ©xico nos encontramos con que existen una gran cantidad de estadios deportivos con nombres de marcas comerciales, que a diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, no pagan dinero a los clubes. Un ejemplo de lo anterior es el Estadio CuauhtĆ©moc, casa del Puebla de la Primera DivisiĆ³n mexicana, el cual lleva ese nombre desde su construcciĆ³n en 1968 debido a que la CervecerĆa CuauhtĆ©moc Moctezuma fue quien aportĆ³ la mayor parte de los recursos para su ediļ¬caciĆ³n.
Casos similares ocurren con otros inmuebles alrededor de MĆ©xico, tales como los estadios Banorte, Caliente, Omnilife, Corona y Casas GEO, entre otros; todos ellos con el mismo problema, ostentan el nombre de una marca, pero a perpetuidad, sin ningĆŗn tipo de remuneraciĆ³n econĆ³mica para el club que juega en ellos.
QuizĆ”s lo anterior es comprensible en estadios viejos como el CuahtĆ©moc, sin embargo, se presenta un tanto ilĆ³gico en inmuebles de alta calidad como el Estadio Corona o el Omnilfe, los cuales debido a sus caracterĆsticas podrĆan fĆ”cilmente seguir el ejemplo impuesto por Manchester City y Arsenal.
Uno de los pocos casos donde sĆ supo aplicarse el principio de vender los naming rights en MĆ©xico fue con el Estadio Victoria de Aguascalientes, casa del Necaxa, el cual llevarĆ” el nombre de una de las cervezas mĆ”s populares de Grupo Modelo por 25 aƱos.
Sin lugar a dudas, vender este tipo de derechos representa una gran oportunidad de negocio en MĆ©xico, no sĆ³lo para los clubes sino tambiĆ©n para las marcas dispuestas a invertir su dinero de este modo, pues ante la gran popularidad del futbol no creo que le resultara difĆcil encontrar un patrocinador de este tipo a equipos como Guadalajara, AmĆ©rica o Cruz Azul; es decir, si ya intentaron cambiar el nombre del Estadio Azteca en alguna ocasiĆ³n, por quĆ© no intentarlo nuevamente con algunos millones de dĆ³lares de por medio, sĆ³lo falta que alguien se dĆ© cuenta y decida aprovecharlo.